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lunes, 23 de mayo de 2022

La norma, el estándar, la lengua, el dialecto... un popurrí de cosas

 



La norma, el estándar, eso está bien dicho, eso está mal, ¿el emoticono va antes o después del punto? En Andalucía se habla fatal, en Valladolid se habla muy bien... Qué jaleo, chiquillo. 

Lengua y dialecto

Todas las lenguas son complejos dialectales, por eso, decir que hablas cualquier lengua es decir que hablas un dialecto, y decir que hablas un dialecto es decir que hablas una lengua. El dialecto es local, la lengua es internacional. Pero no hay que confundir la lengua con la forma estándar, que es una de sus variantes, dicho rápido y mal. Además de lengua o dialecto, otros términos que a menudo se encuentran cuando buscamos información sobre las variedades lingüísticas también son lengua literaria, norma culta, sociolecto, idiolecto... Es un tema amplísimo y sobre el que se escribe y debate mucho. Lejos está el consenso académico.

El grueso de hablantes, sin embargo, equipara la lengua exclusivamente con su variante estándar, y se suele juzgar todo lo que escapa a la norma, de forma subjetiva y relativa, dependiendo del conocimiento de la regla que tiene cada hablante. Así, por ejemplo, se condenará el uso de me se ha caído el vaso, porque todos los hablantes saben que en la forma estándar el orden de los pronombres es se me, sin embargo, al menos en España, muy pocos considerarán (si es que alguien llega a darse cuenta) que pronunciar la secuencia los reyes como lorreyes, o los rayos como lorrayos no forma parte del estándar (es muy común la pérdida de s antes de vibrante, al menos en la península ibérica, incluso en zonas donde no se pierde la s implosiva).

El estándar, ese concepto tan complejo, y la norma, que no es lo mismo

El estándar

El estándar es una forma creada de lengua o dialecto que, en el caso del español, elimina las variedades regionales (todo lo que puede) y da importancia a los puntos en común. Su hábitat natural es la escritura y apenas se encuentra en la oralidad. 

Es común que en la conformación de esta variante casi no se le preste atención a los rasgos suprasegmentales (entonación, acento prosódico...) o sintácticos (las variaciones sintácticas, que las hay, suelen ser mínimas dentro de la misma lengua). Intentará centrarse, sobre todo, en la ortografía y el léxico, aunque también prestará especial atención a la parte fonética. 

La norma

Es muy común escuchar hablar de la norma como sinónimo de estándar, sin embargo, estas no son lo mismo, al menos para una parte de los estudiosos, entre ellos Borrego. 

La norma sería aquello que una comunidad acepta como bueno, independientemente de si es estándar o no. Así, por ejemplo, la pérdida de la d intervocálica en los participios de los verbos de la primera conjugación es totalmente normativa en el español peninsular (comprao en vez de comprado), pero no es una forma estándar. Dicho de otra forma: la RAE no lo acepta, pero ningún español encontrará nada raro y está totalmente normalizado, tanto en su uso como en su consideración, por la comunidad de hablantes (del español europeo y en muchas zonas de Latinoamérica). Ocurre lo mismo con este mismo fenómeno y muchos otros a lo largo y ancho de todo el territorio hispanohablante.

Consideraciones sobre el estándar

Hay un dato muy importante que debemos considerar del estándar: es una herramienta con un desarrollo histórico que tradicionalmente se ha considerado como una importante base para el ascenso social. Es, también, una herramienta del aparato estatal: la escuela, los medios de comunicación, las leyes, las sentencias en los juicios... utilizan el estándar (a veces con particularidades según qué sector). 

Se ha dicho alguna vez que el estándar es, de hecho, un elemento de dominación, lo que podría no ser ninguna locura desde determinado punto de vista. Lo que está claro es que es una construcción de las élites y que las clases medias y bajas lo han visto como instrumento de mejora de sus vidas. Es decir, detrás del estándar existe una intencionalidad y un objetivo de las clases dirigentes de los territorios donde se habla. 

Por ejemplo, el rey Alfonso X el Sabio, el que podríamos denominar el primer gran estandarizador del castellano, se preocupó mucho por crear el castellano drecho (castellano derecho, correcto), que no era más que seleccionar aquello que a él y a los que le ayudaban le parecía correcto con criterios de cualquier tipo menos lingüísticos (de hecho, en mi opinión, no se pueden eliminar fenómenos lingüísticos con criterio de lingüista. El motivo puede ser social, político, ideológico, sociológico... pero lingüístico, no. No hay ninguna forma mejor que otra desde un punto de vista lingüístico, todas son igual de válidas). 

Tipos de estándar

El lingüista Corbenil divide los estándares en cuatro grupos principales:

- Convergentes: todos los factores que influyen en la regularización apoyan las mismas características para el estándar. Sería algo así como un estándar creado por consenso de hablantes de diferentes variedades.

- Dominadores: la variedad de las clases dirigentes se impone sobre las demás. Podría ser el caso del inglés de los EE. UU., en que se sigue la norma de que la lengua buena es la de los blancos, anglosajones y protestantes.

- Coherentes:  un conjunto de elementos constituye la especificidad de la lengua y autorregulan el funcionamiento el sistema en cada una de sus variantes. En Francia existe una academia y varias instituciones más que participan de la regularización de la lengua, así como una actitud por parte de los hablantes que da prioridad a la necesidad de intercomprensión de todos los hablantes que al respeto por las variedades regionales. Tal vez se podría incluir aquí el estándar del español, también, aunque con matices.

- Persistentes: se mantiene el uso de un determinado momento histórico pese a las variaciones temporales. El ejemplo más famoso de este caso sería el del italiano, que se creó como lengua escrita basada en el florentino de una época determinada y apenas ha variado hasta que se ha empezado a usar oralmente. 

Opinión totalmente subjetiva. Si querías objetividad, o al menos un intento de conseguirla, puedes dejar de leer y dedicar tu tiempo a algo que te interese más

El estándar no es, per se, ni bueno ni malo. Es una variedad más, la única que no es natural (uso esta palabra, pese a lo polémico que puede ser su significado en cuestión de lenguas, para simplificar y que se entienda rápido. No es el momento de tratar aquí el tema de la naturalidad de las lenguas y los cambios y todo este tinglado) ni espontánea, la única que ha sido planificada en un grado alto. 

El estándar es, desde luego, práctico, ya que crea comunidades de hablantes que se identifican con un mismo ideal de lengua y facilita la intercomprensión, a veces, entre millones de personas de países y culturas muy distintas. Es, también, una forma magnífica de asegurar la vida de una lengua cuando esta está sufriendo una gran pérdida de hablantes, e incluso para equipararla a otras lenguas y darle prestigio, necesario para que se mantenga su uso.

El estándar tiene un problema, el mayor problema, creo yo, y es que la gente no lo entiende. El estándar no es hablar bien, es solo una herramienta que tiene unos usos concretos y que no tiene por qué, y probablemente ni siquiera tenga esa fuerza, reemplazar a las hablas locales ni personales (lo que se llama idiolecto). 

Quizá se pueda acusar a la RAE, que ha hecho cosas excelentes y cosas nefastas (al final la RAE no es más que un grupo de personas, con sus virtudes y defectos), de haber pecado de monopolio. Lo suyo es el estándar, que podrá hacer mejor o peor, no me meto ahí (todavía), pero nada más. En mi opinión, dedicarse a hacer diccionarios de estilo para Twitter con emoticonos es, tal vez, propasarse en su responsabilidad. Esa faceta de la lengua no le corresponde. De hecho, la mayoría de las facetas de la lengua no le corresponden. Las academias regulan el estándar, no el idioma. Y creo que es importante que haga autorreflexión y empiece a educar a la sociedad en cuáles son y cuáles no son sus funciones. 

 

Fotos

- Cabecera: estatua de Cervantes en la plaza de España de Madrid. Cervantes, considerado el ejemplo supremo del buen español para muchos, era un laísta como la copa de un pino, como todo buen madrileta y castellano en general. (Mirador Madrid)

- Los grandes grupos dialectales del español en Argentina. (Wikipedia)

- Alfonso X el Sabio. Sé que soy un pesado y lo pongo en todas las entradas, prácticamente, pero qué le hago yo, si es que tengo poca imaginación para poner imágenes y el nota está en todos lados. (Wikimedia Commons)

- La primera página del diccionario de la RAE de 1780. Ahí es nada. (Wikimedia Commons)

 


Bibliografía

- Violenta Demonte Lengua estándar, norma y normas en la difusión actual de la lengua española

- Montserrat Batllori Origen y estandarización del español Universitat de Girona

- Francisco Gimeno Menéndez A propósito de lengua y dialecto: el estándar Universidad de Alicante

- Ángel López García-Molins Bosquejo de historia de la norma lingüística del español a la luz de la irrupción del español de EE. UU. Universidad de Valencia

- Elena Méndez García de Paredes Modelos idiomáticos y prescriptivismo. El caso del andaluz Universidad de Sevilla 





viernes, 4 de marzo de 2022

El neolatino


 

 

Las lenguas construidas están viviendo un auténtico boom desde hace unas décadas, y me parece que el éxito de las películas de Peter Jackson sobre la más famosa obra de Tolkien, El señor de los anillos, tiene algo que ver.



Sin embargo, y pese a su actual auge, sobre todo para series, novelas o pelis, las lenguas construidas (conlang, como se llaman ahora, de constructed language) tienen una larguísima historia. La primera de la que tenemos constancia (que yo sepa) es, ni más ni menos, que de la Edad Media. Seguro que alguno estaba pensando en principios del siglo XX y el esperanto. Pero no, el esperanto es un jovenzuelo al lado de muchos otros.

Este tipo de lenguas se han dividido, tradicionalmente, en tres tipos (varios más, pero estos son los más importantes): comunicativas, como el famoso esperanto; artísticas, como las lenguas de Tolkien; y filosóficas, como el toki pona.

Los conlangs comunicativos tienen el objetivo de servir para la comunicación entre personas. Los artísticos tienen un valor principalmente estético o una clara intención de formar parte de una obra de arte, y los filosóficos hacen alguna propuesta o se formulan bajo un precepto concreto. Por ejemplo, el toki pona pretendía ser una lengua con la que solo se pudieran expresar conceptos positivos.

Pero, antes de continuar: ¿qué es una lengua construida? 

Los conlangs

Cuando pensamos en lenguas naturales, nos vienen a la cabeza las lenguas que hablamos por la calle, con nuestros amigos o familiares. En contraposición, una lengua artificial o construida es aquella que una persona, o varias, han creado por consenso, deliberadamente.

Las lenguas naturales también son creadas por consenso, solo que en vez de ser pactos realizados entre dos personas, que fácilmente pueden ponerse de acuerdo entre ellas, son acuerdos tácitos entre miles o incluso millones de hablantes. De hecho, cuando en un grupo de amigos se inventa una palabra nueva, algo que ocurre constantemente, es una decisión que se toma en determinado grupo de hablantes y es totalmente deliberado. Que traspase los límites del grupo que la inventó depende de la aceptabilidad que tenga el término fuera de su esfera de origen. Si lo consigue, la palabra formará parte del habla local y, con el tiempo, incluso del general.

En realidad, vemos que las lenguas naturales y las artificiales parten de una línea de salida no tan diferente.


 

Ahora pensemos en este texto, sí, este mismo, el que estás leyendo. Rápidamente lo identificarás como español, pero no es la lengua que usas con tus amigos, ni con tu familia. El registro es cualitativamente diferente. Las estructuras, las palabras, la expresión... todo está cuidado, planificado. Una diferencia entre la lengua escrita y la oral es la espontaneidad (aunque internet y las redes sociales están haciendo que esta diferencia sea cada vez menos clara). Por eso, este texto carece de muchos giros y expresiones que usamos cuando hablamos. Al mismo tiempo, cuando hablamos, raramente usaríamos palabras o un discurso tan planificado como el que estás leyendo aquí.

¿Quién decide cómo escribimos? Una institución de la que ni tú ni yo formamos parte. Lo que decide la RAE se decide como aquellos dos que acordaron tomar tal o cual decisión para su lengua inventada. El estándar, de cualquier lengua, tiene mucho de lengua artificial. Que conste que esto no tiene absolutamente nada de malo ni es mi intención desprestigiar tal labor. 

Sí, es incuestionable que las modalidades estandarizadas de lenguas naturales están basadas en una realidad hablada, pero incluso esto es cuestionable en determinado grado. La inmensa mayoría de su historia, la norma se fijó con base en las grandes obras literarias, por tanto, estaba fundamentada en la literatura, no en el habla general. 

Pero bueno, no quería meterme tanto en este tema. De hecho, le dedicaré un artículo en exclusiva en el futuro. Todo esto era solo para hablaros de un nuevo estándar que, como romanista, me hace mucha ilusión: el neolatino.

¿Qué es el neolatino?

Como su creador, Jordi Cassany-Bates, dice: "es un estándar para una lengua que ya existe: el romance". Esta frase puede pareceros una locura, porque decir que el romance es una lengua significa que el italiano, el francés y el español son el mismo idioma. Sobre el complicadísimo concepto de lengua hablaré, también, en otro artículo futuro.

La intención del neolatino es crear un estándar que puede ser rápidamente aprendido y reconocible por todos los hablantes latinos para comunicarse. Así, si veis un texto en neolatino y habláis portugués, español, catalán, italiano, napolitano, occitano... no tendréis casi ningún problema en entender todo. Si solo hablas francés o rumano, a lo mejor te cuesta un poco más (son las dos que más se han distanciado de las demás, y son un quebradero de cabeza para todos los intentos de unificar las lenguas romances, que ha habido incontables).

En su página web encontraréis una gran cantidad de textos y enlaces a blogs escritos con este estándar. Veamos aquí un ejemplo:

La urgentia de la sete me faceu temerario. Considerai que èra ad unos trenta pèdes de
la arena; me lancîai, clausos los òclos, legatas ad lo dòrso las manos, montannîa joso.
Fundei la faccîa sanguilentas en la aqua oscura. Bevei como se abbeven los animales.
Ante de perdere-me altra vece en lo sòmno et en los delirios, inexplicàbilemente
repetei unas paraulas grècas: los riccos teucros de Zelea que beven la aqua negra de lo
Esepo...

Es un fragmento de El inmortal, de Borges. Un cuento magnífico que recomiendo a todo el mundo (y a mí no me gusta particularmente Borges). 

El neolatino cuenta con una comunidad creciente y tiene cuenta de Telegram, Twitter, Instagram y Facebook. Además, en mayo de 2022 se va a celebrar el primer congreso internacional.



En estos tiempos en que el Reino Unido ha abandonado la Unión Europea y ninguno de sus países actuales ha propuesto el inglés como su lengua oficial en la asociación (Irlanda eligió el irlandés y Malta, el maltés), hay quien defiende que la lengua vehicular de la Unión Europea debería dejar de ser el inglés. En este sentido, algunos proponen el latín, la lengua que durante más tiempo fue la de cultura y prestigio en todos los países de Europa (salvo muy pocas excepciones, como Turquía). También el francés, quienes algunos opinan que es una opción más natural ya que es una lengua con hablantes nativos (y no he uso el adjetivo "viva" porque es muy discutible que el latín sea una lengua "muerta").

Hay opiniones para todos los gustos. Cada cual que se forme la suya. 



Imágenes

Cabecera: salve, que es hola en latín, más o menos.  (PxHere)

1_ El anillo único, forjado por el señor oscuro Sauron en los fuegos del destino. Sí, soy un frikazo de El señor de los anillos. Este anillo tenía la característica de que su grabado solo era visible cuando se calentaba. Es la lengua oscura de Mordor, pero escrita con el alfabeto élfico llamado tengwar. (Pixabay)

2_ La bandera del movimiento esperantista. Esta bandera, para los que se identifican con esta lengua y su ideología de trasfondo, significa la unidad de todos los pueblos del mundo. (Pixabay)

3_ Un retrato de Borges. Tampoco es que sea muy guay, la verdad. (Wikimedia Commons)

jueves, 24 de febrero de 2022

El traductor, el lingüista y el filólogo


 

Creo que la imagen general de cualquier persona cuya especialidad sea la lengua, en cualquiera de sus especializaciones y sea como fuere su manera de abordarla, es la de una persona que tiene un impecable estilo de redacción, que no comete faltas de ortografía, que habla muchas lenguas y que tiene una dicción intachable. Este profesional de la lengua necesita, imperativamente, corregir todas las faltas a la norma que encuentra allá donde vaya e instruir a todos los que le rodean en el bien hablar.

Por suerte, me parece que este especimen es cada vez menos abundante. De hecho, veremos que algunos especialistas en la lengua o el lenguaje no pueden estar más alejados de los tópicos que la sociedad tiene sobre ellos.

Cuando estudié filología, un comentario generalizado entre las personas de generaciones mayores era: "uy, idiomas, con eso vas a donde quieras". Dejaremos la connotación laboral aparte, ya que todo el mundo sabe idiomas hoy en día (y no es difícil que los sepa mejor que yo, por cierto). Lo relevante para el tema de hoy es la otra afirmación patente: estudiar filología es estudiar idiomas. Y estudiar traducción e interpretación también. Entonces ¿qué diferencia hay entre una y otra? La carrera de lingüística, en aquellos tiempos, no era más que una especialización de segundo ciclo en muy contadas universidades. Por desgracia.

 


Intentaré explicar de forma rápida y sencilla cuáles son las diferencias entre un traductor, un filólogo y un lingüista, porque, sobre todo para un filólogo, la mayoría de la gente no tiene para nada clara la idea. 

Creo que para entender bien lo que hace cada uno hay que diferenciar entre saber una lengua, es decir, hablarla, y conocer una lengua, es decir, saber cosas sobre ella (gramática, historia, origen de su léxico, sintaxis...). Veréis que esta diferencia es muy importante.

Voy a poneros el plan de estudio de cada carrera en la Universidad de Salamanca, el excelentísimo centro donde me formé como filólogo (y no uso el término excelentísimo de forma irónica, es que es verdad: la facultad es una maravilla, tanto física como académicamente).

El filólogo

Aquí encontraréis el grado en Filología Románica en la Universidad de Salamanca. ¿Por qué Filología Románica, y no inglesa o hispánica? Pues porque es la que hice yo. Obvio.

Como veis, en la carrera de filología hay tres grandes tipos de asignaturas entre las que se mantiene un equilibrio: lingüística, literatura y clases para aprender idiomas. Así, un filólogo sabe de lenguas, es decir, conoce lenguas, y también las habla, aunque la carrera no está enfocada a tener un gran dominio de los idiomas (depende de la filología. En inglesa, por ejemplo, sí se hace más hincapié).

El concepto de filología ha cambiado a lo largo de la historia. Vamos a ver, primero, su acepción más clásica.

La filología podría definirse como el estudio de una cultura, un pueblo, una comunidad o grupo humano a través de sus textos. El significado es amplísimo. A diferencia de un historiador, que puede tomar como fuentes para su estudio vídeos o grabaciones, por ejemplo, si estudia el siglo XX, el filólogo se apoya solo y exclusivamente en textos. Podría darse el caso de que un filólogo escuchara un programa de radio de principios del siglo XX para estudiar algo de fonética, pero en este caso ya estaría ejerciendo más bien como lingüista (la división entre una rama y otra es, como suele ocurrir, difusa, a veces). 


 

En la filología, el estudio cultural y el estudio textual podrían entenderse, en determinada forma, como sinónimos, porque el texto en sí adquiere casi el mismo valor que la información que aporta. Es esta, por ejemplo, una gran diferencia con el historiador, para quien el aspecto formal o textual podría ser considerado como secundario. 

El filólogo se presenta ante el texto e intenta sacar su significado valorando siempre los aspectos culturales presentes en el lugar y momento de su escritura. Es, en parte, algo parecido a la hermenéutica. 

Esto relaciona la disciplina con la literatura, y es esta rama artística la que atrae a la mayoría de estudiantes de filología, aunque muchos, después de un par de años de carrera, se dan cuenta de que son "más de lengua". Los filólogos nos catalagamos así: o eres más de lengua o eres más de literatura. Y, sin que se entere nadie, nos llevamos mal entre nosotros. Y, que se entere menos gente, los profesores se llevan peor entre ellos que los alumnos.

El texto está codificado, obviamente, en una lengua. El filólogo debe, por tanto, conocer la lengua en que está escrito el texto para poder llevar a cabo su labor. Esto implica que si el texto está en inglés, el filólogo tendrá que saber inglés, o árabe, o griego, o latín, o chino. Pero si tú eres hispanoparlante y el texto está en español, podrás ser un maravilloso filólogo sin saber más idiomas que el que aprendiste en tu casa.

Esta necesidad de la lengua hizo también que el filólogo se convirtiera en un especialista en idiomas. De hecho, tradicionalmente han sido ellos los que nos han enseñado lenguas, tanto nativos como no nativos. Estudiaban gramática, léxico, semántica, fonética, fonología... Como también podéis ver en el plan de estudios de la Universidad de Salamanca.

Y, por ello, la filología, en su acepción más moderna, se relaciona con cualquier estudio del lenguaje y la lengua en general y de forma poco precisa. 

En resumidas cuentas, el filólogo es un estudioso de los textos y de las lenguas en que se escriben. Podemos dejarlo ahí.

El traductor

Aquí tenéis el plan de estudios de la carrera de Traducción e Interpretación de la Universidad de Salamanca.

La primera diferencia fundamental que encontramos con la carrera de filología es que aquí no hay literatura. Pero si os fijáis tampoco hay lingüística, solo una asignatura en toda la carrera que, además, atiende particularmente a la necesidad de la traducción. 

Un traductor, como podéis sospechar, es una persona que tiene un excelente dominio de uno o varios idiomas, es decir, habla lenguas, sabe lenguas, pero ni sabe sobre ellas ni las conoce de forma profunda. 

Siempre he escuchado (información no contrastada, pero que me parece igualmente útil para entender la diferencia) que la carrera de traducción nació para suplir la carencia que tenían los filólogos. Me parece muy comprensible y posible.

La carrera también menciona a los intérpretes, pobres, que nadie les hace caso. Yo tampoco se lo voy a hacer porque, de hecho, ni sé bien qué son. ¿A lo mejor son los que traducen oralmente mientras otros hablan? Si son ellos, merecen todo mi respeto. Son los Son Goku del dominio del idioma.  



El lingüista

Acabo de descubrir que la Universidad de Salamanca no tiene grado en lingüística, o al menos no lo he encontrado (en mi milenial búsqueda de 36 insatisfactorios segundos que me hace pasar a otra opción directamente). Si pones "grado lingüística" en Google la primera opción es la Complutense, así que vamos con el grado en Lingüística y Lenguas Aplicadas de la Universidad Complutense de Madrid.

Si prestamos atención a las asignaturas veremos las grandes diferencias con las otras dos carreras: mucha teoría (sintaxis, morfología, fonética...) y práctica (informática, programación, lenguaje natural, enseñanza de idiomas). Aquí están creando a un experto en la ciencia lingüística en la que hablé en mi primer artículo. Esto es, al fin, formación científica. 

Un lingüista no tiene por qué hablar ninguna lengua que no sea la suya. Le conviene hablar inglés porque la mayoría de artículos que se escriben sobre lingüística son en inglés, es cierto, pero es que a cualquier profesional, prácticamente, le viene bien saber inglés actualmente. 

Resumen

Resumiendo, podríamos decir que un traductor es una persona que habla muy bien idiomas, pero que no sabe nada sobre idiomas. Un filólogo es un experto en la interpretación de textos, sea una interpretación literaria o lingüística (la lingüística que estudia un filólogo, aunque no trata exclusivamente de ello, está muy enfocada a la historia de la lengua). Por último, un lingüista es un científico que estudia de manera experimental y empírica la lengua. 

Evidentemente me refiero a una persona que solo tenga conocimientos adquiridos mediante su formación. Podemos encontrar traductores con un gran interés en la lingüística. También podemos encontrar filólogos que no tengan ni idea de literatura (entono el mea culpa) y lingüistas superpolíglotas. El interés y la voluntad de cada individuo es, a veces, más importante que su formación. Aunque esta hace muchísimo. Por experiencia personal, que puede diferir de otras, cualquier profesional de los mencionados tiene amplias carencias en las competencias del otro. 

 

Imágenes

Imagen de cabecera: texto en latín inscrito en piedra en Pompeya. El latín lo vais a ver mucho por aquí porque es la mejor lengua que jamás se ha hablado. (Piqsels)

Imagen 1: dibujo en el que contemplamos la dramática lucha entre dos individuos que intentar exhalar más fuerte que su rival para vencer en un duelo mortal de halitosis. (Wikimedia Commons)

Imagen 2: Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca, en la plaza de Anaya. Un lugar preciosísimo donde los hippies no te dejan dar clase debido al sonido de los bongos que tocan allí mientras se echan sus buenos petardos de los que no explotan. Eso sí, cuando sales, lo gozas. (Flickr)

Imagen 3: la foto se llama "manuscrito incunable", lo que es gracioso por ser enorme oxímoron. Un manuscrito está, como indica su nombre, escrito a mano. Un incunable es un libro salido de las primeras imprentas europeas durante el siglo XV hasta el día de Pascua de 1501 (en España creo que se le conoce más como Domingo de Resurrección). ¿Por qué ese día? Pues porque en aquellos tiempos era justo cuando se hacía empezar el año, al menos el año religioso, y la religión era una cosa muy importante. Todo este rollo para comentar que el que le puso nombre a la foto no sabía lo que era un manuscrito, o no sabía lo que era un incunable, o estaba fumando petardos de los que no explotan con los hippies de la plaza de Anaya. (Pixabay)