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martes, 2 de abril de 2024

La peor pesadilla de los estudiantes de filología: la yod

Que el español o castellano, como cada cual quiera llamarlo, viene del latín, es un hecho. 

Hay quien, sin embargo, no tiene tan claro que las lenguas romances vengan del latín, pero sus argumentos y su visión global tienen tantas lagunas y tantos fallos que no pueden tenerse como serios. El paso del latín al español o a cualquier otra lengua romance está tan atestiguado y documentado y las hipótesis para rellenar los vacíos son, normalmente, tan sensatas y coherentes que difícilmente pueden responderse. He dicho normalmente, siguen quedando huecos, por supuesto, y, a veces, esos huecos se intentan llenar con hipótesis que... bueno, son un poco locas, hablando rápido y mal. 


En fin, muchos son los cambios que ha habido desde la lengua de Cicerón hasta la de Cervantes, si es que las consideramos lenguas diferentes (también esto podría verse desde dos puntos de vista diferente). Todo empieza con la fonética, en general. Los cambios fonéticos acarrean cambios morfológicos, y los cambios morfológicos acarrean cambios sintácticos. No siempre es el cambio fonético el primero, puede haber cambios directamente morfológicos o sintácticos, pero lo más común es que sean los sonidos los que cambien y ello acarree consecuencias en los demás planos de la gramática. 

Por ejemplo, el acusativo en latín terminaba en -m:

ROSA (nominativo) > ROSAM (acusativo) [rosa]

Esa -m final se perdió pronto, ya en latín clásico, así que tenemos:

ROSA > ROSA

Sigamos con los cambios fonéticos. La cantidad de las vocales (que en latín podían ser largas o breves) también se perdió. 

ROSA (nominativo)

ROSA (vocativo)

ROSAM (acusativo)

ROSA (con A larga, ablativo)


 

Estos cuatro casos acabaron pronunciándose igual, y como no tenían diferencias, fue necesario ir añadiendo preposiciones en todos los casos en que querían diferenciarse. 

La cadena es fácil de seguir: surge un cambio fonético que implica un cambio morfológico y que conlleva un cambio sintáctico. 

Pero hay un sonido que afectó muchísimo en la evolución de los romances en general, aunque en este caso vamos a ver solo cómo afectó al español. Tanto, que hizo que aparecieran una serie de consonantes que en latín ni siquiera existían: las palatales. Y este sonido tan revolucionario y que trastocó todo el sistema fonético latino hasta tiene nombre: la yod. 

¿Qué es la yod?

Aunque no os suene de nada, es un sonido supercomún en español. La yod es una semiconsonante o una semivocal. Y, sí, sé que esto no os ha aclarado nada, pero ahora vamos a explicarlo.

En el cole se nos enseña que en español tenemos cinco vocales, lo que es válido para la mayoría de variedades de nuestra lengua y, lo que es más importante, es así en la lengua estándar, que es lo que nos enseñan en el cole (pero recordad que hay variedades, tanto en España como en América, que tienen más de cinco). 

Nos enseñan también que las vocales, todas, pueden juntarse con la u y la i para hacer diptongos, ¿verdad?

Así, tenemos: ai, ei, ia, ie, ue, eu...

Aire, Teide, consecuencia, Europa...

Aunque en la ortografía siempre se consideren diptongos (sobre todo para las normas que nos dicen cuándo poner una tilde), fonéticamente no siempre son diptongos (aunque sí la mayoría). Por ejemplo, comparad el diptongo ortográfico ia en las palabras consecuencia y piano. Desconozco cuál es la forma habitual de decirlo en América, pero en España piano no tiene ningún diptongo, tiene tres sílabas: pi-a-no. Mientras que en consecuencia ia se pronuncia con un solo soplo de aire, en piano no es así, cada uno tiene su propio soplo de aire (esto está fatal explicado desde el punto de vista técnico, pero para que se entienda). Es, por ejemplo, lo mismo que cuando pronunciamos aéreo: la a y la e no forman un diptongo, son dos vocales plenas separadas. 



Vamos a tomar la palabra tienes y a ver sus sílabas y qué partes tienen:

tie-nes

La primera parte es tie-, donde:

t > es una consonante en posición explosiva, es decir, al inicio de la sílaba, a esta posición dentro de la sílaba también se le llama ataque.

i > aquí está la chicha, esto es una semiconsonante, es la primera parte de un diptongo

e > es la vocal y el núcleo silábico

Y la segunda parte es -nes:

n > consonante en posición explosiva o ataque

e > vocal, núcleo silábico

s > consonante en posición implosiva, también llamada coda silábica

Bien, pues esas i/u (la u sería semiconsonante, por ejemplo, en la palabra bueno), cuando forman parte de un diptongo, son semiconsonantes si van antes del núcleo o semivocales si van después, y fonéticamente se llaman yod [j] y wau [w]. Para algunos autores estos nombres valen solo para cuando son semiconsonantes y no cuando son semivocales, pero bueno, aquí vamos a usar estos nombres para ambos sonidos indistintamente, por simplificar.

Teutón > wau semivocal

Puerta > wau semiconsonante

Tiempo > yod semiconsonante

Rey > yod semivocal

Bueno, ¿ha quedado claro? Pues vamos a ver por fin el tema del artículo, que me enrollo más que comprando en una frutería gaditana. 


 

Las cuatro yods

Bien, ya sabemos lo que es la yod, y ahora el artículo se va a quedar en nada porque era más difícil dejar claro lo que es una yod que lo que de verdad quería contaros. Esto es como cocinar: tardas media hora en hacer algo superrico y al final te lo comes en cinco minutos. En fin, la vida.

Tradicionalmente se estudian cuatro tipos de yod en la evolución del latín al español, que se dividen en primera, segunda, tercera y cuarta (muy original).

La yod primera viene de grupos latinos [tj, kj] y, muy importante, no produce inflexión vocálica (luego veremos lo que es esto): 

ACIARIU > acero (en latín esto se pronunciaba [akjáriu] (aquiáriu). 

FORTIA > fuerza

LUTEA > loza

MALITIA > maleza

Veis que todos los casos son T+semiconsonante o K+semiconsonante, ¿verdad? Esto evolucionó al sonido de la z italiana, algo así como [ts] o su versión sonora [dz] (moviendo las cuerdas vocales), y, sí, en todos casos ha acabado dando en español del centro/norte de España un sonido zeta, no así en Canarias y América, que es sonido [s], y en Andalucía, que puede ser s/z


 

Ahora vamos con la yod segunda, que proviene de [lj, kl, gl]:

FOLIA > hoja

VETULU > veclu > viejo

CILIA > ceja

PALEA > palia > palla > paja

Al principio, la yod aquí formó el sonido de la ll en las zonas no yeístas, como lh o ill en portugués o francés respectivamente, y este después se transformó en el sonido de la j en el francés je. También tenemos [nj] y [gn], que dieron nuestra ñ. 

CUNEA > cuña

LIGNE > leña

Este sonido sí produjo inflexión vocálica, así que ahora nos toca explicar qué es eso: hace que las vocales se cierren un grado. Dicho de otro modo, hace que evolucionen un paso menos. Dicho más fácil, nos lleva a resultados que no corresponderían. 

Por ejemplo, si cogemos la palabra FOLIA, vemos que tiene una o breve latina tónica, que según el vocalismo tónico romance occidental, debería habernos dado el diptongo ue, como pasó en PORTA > puerta. ¿Por qué tenemos hoja y no *hueja? Pues por culpa de esa yod, que cerró un grado la o previa. ¿Se pilla?

Vamos ahora con la yod tercera. Esta es la que viene de [gj, dj, bj, mj]. Los dos primeros casos nos dan en español y, el tercero puede darnos y/vi y el último no cambia.

RADIA > raya

FUGIO > huyo

NERVIU > nervio

FOVEA > hoya

VINDEMIA > vendimia

LABIU > labio

¿Por qué pongo [mj] si no cambió? Porque produce inflexión a las vocales. De hecho, en este tercer grupo la yod produce inflexión e impide diptongación (tenemos nervio y no *niervio), e incluso a veces cierra aún más la vocal y hace que e>i y u>o, aunque no siempre. 


 

Y por fin llegamos a la última yod, la cuarta. Esta es la de los grupos [kt, ks, rj, sj, pj] y la procedente de pérdidas vocálicas. Ahora se explica todo.

NOCTE > noite > noche

EXERCITU > eisército > ejército

MATERIA > madera

COGITAT > coita (se pierde la G) > cuida

PROBAUI > probé (se pierde U)

MULTU > muito > mucho

Y esta inflexiona a todas las vocales e incluso a la a, la más resistente de todas, como podéis ver en probé, donde PROBAUI > probai > probei (aquí inflexiona) > probé. 


 

Conclusión

En fin, este tema es complicado y es la gran pesadilla de los estudiantes de filología cuando estudian historia de la lengua española y los cambios fonéticos. La yod es una pregunta que siempre, absolutamente siempre, cae, es un pilar fundamental para comprender los cambios del latín al español. 

No solo afectó a todo lo que tenía alrededor, sino que creó el orden palatal, inexistente en latín, y fue uno de los motores del cambio fonético al romance. 

 ¡Ala!

Bibliografía

https://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/35/TH_35_003_012_0.pdf

https://ciervalengua.wordpress.com/wp-content/uploads/2011/11/introduccic3b3n-a-la-fonc3a9tica-y-fonologc3ada.pdf

http://ocw.uv.es/artes-y-humanidades/linguistica-general-i-aplicada/2-1/112419.mats23.lasilaba.pdf

https://www.quiben.net/lenguaespanyola/wp-content/uploads/2020/10/silaba-notas.pdf

https://www.leonhunter.com/la-yod-un-sonido-especial-en-la-historia-del-castellano/

https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/4277/1/7_H%C2%AA-L_TEMA_6_RUA.pdf

http://hispanoteca.eu/Linguistik/j/JOD%20Yod.htm


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