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viernes, 12 de abril de 2024

¿Son las lenguas cada vez más simples?

Cuando nos ponemos a estudiar latín, pensamos que es supercomplicado. Si comparamos el inglés antiguo con el actual, vemos que ha perdido casi toda su morfología. Es conocimiento popular que nuestras lenguas actuales son más fáciles, menos complicadas, más sencillas que las lenguas antiguas. ¿Por qué?

Bueno, antes de responder a la pregunta de por qué nuestras lenguas son más sencillas tendremos que ver si la base de la que partimos, es decir, la premisa, es cierta o no. 

¿Qué es la sencillez?

Parece evidente que esto:

 

Yo como

tú comes

él come

nosotros comemos

vosotros coméis

ellos comen

 

Es más complejo que esto:

 

I, you, we, they eat

he eats

 

¿Cierto?

Desde luego, aprender a conjugar verbos en presente de indicativo (y en general, para qué nos vamos a engañar) es más sencillo en inglés que en español. También en francés es más sencillo que en español, y en español es más sencillo que en árabe, y así sucesivamente. 

Esto: 

 

rosa rosae 

rosa rosae

rosam rosas

rosae rosarum

rosae rosis

rosa rosis

 


 

 

Parece más complejo que esto:

 

rosa rosas

 

Y ciertamente lo es. Una palabra en latín podía tener, mínimo, 12 formas (algunas más, porque en la primera y la segunda conjugación se conservan restos de un caso locativo, pero estaba en época clásica ya muy restringido), mientras que en español tiene dos. No metemos aquí los diminutivos ni otros morfemas porque, bueno, el latín también tenía. Incluso si los contamos, el latín seguiría teniendo más incluso, porque la forma comparativa de los adjetivos podía ser sintética (como en inglés actualmente: fast (rápido) / faster (más rápido). 

En inglés los sustantivos tienen también menos formas que en español, ya que no existe el género, solo tienen singular y plural:

 

kid - kids

niño - niños

niña - niñas

 

Pero, como acabo de mencionar, en inglés los adjetivos tienen un morfema de comparación que en español no existe:

 

fast / faster

rápido / más rápido

 

Vemos que, en general, la morfología del inglés es más sencilla que la del español, y que la del español es más sencilla que la del latín. Y la del inglés es mucho más sencilla que la del antiguo inglés.

Sin embargo, tenemos el caso de los adjetivos comparativos en inglés, que podríamos decir que es más complicada que la del español. 

Cuando pensamos en una lengua pensamos en un todo, cuando la gramática de una lengua se divide en tres partes: fonética/fonología, sintaxis, morfología. Incluso estas partes pueden dividirse en más partes todavía. ¿Podríamos decir que la morfología de la comparación en español es más compleja que la del inglés? Aquí no hemos abordado más que un ejemplo, pero, en lo que respecta a ese ejemplo, el caso del inglés parece más complicado. Por lo tanto, no toda la morfología del español es más complicada que la del inglés. 

Y además, podemos comparar más aún si nos vamos a las otras partes de la gramática:

En la sintaxis, a un hablante de español puede parecerle complejo eso que hacen los bárbaros (ups) de poner una preposición al final de una subordinada:

 

The guy I bought the bread with yesterday 

El nota con el que compré el pan ayer

 

En general la sintaxis inglesa es más rígida que la española, que permite una cierta mayor libertad de colocación de los sintagmas, así que minipunto para el español, que en este caso parece ser más sencillo que el inglés. Y para muestra, un botón:

 

Are you the oldest one?

 

Si cambias alguna palabra de lugar en esta frase parecerás el maestro Yoda. Sin embargo, en español:


Tú eres el mayor?
Eres tú el mayor?
Eres el mayor, tú?
El mayor eres tú?

 


 

 

Todas estas opciones son normales y posibles en español, con algún matiz semántico que los diferencia, claro, pero el mensaje es el mismo. Poder poner las palabras como te dé la gana implica menos posibilidad de error, así que eso implica menor complejidad, ¿no?

Y si pasamos a hablar de la fonética... solo viendo el número de sonidos que tiene el inglés, y cómo pueden combinarse entre ellos, creo que también podemos decir que el español es una lengua más sencilla. 

Pues el español gana 2 a 1 en sencillez, creo que esto no se lo esperaba nadie, ¿no? ¿Es el español más sencillo que el inglés?

Pues es que en realidad todo lo que acabo de decir no vale para absolutamente nada: es imposible dar un dato objetivo de la complejidad de una lengua, principalmente porque no es un parámetro absoluto, sino relativo. Lo que nos parece complejo de una lengua depende de la lengua que conozcamos. Además, que una parte de una lengua sea más compleja que otra no implica que la totalidad de la lengua lo sea. 

Para nosotros los múltiples prefijos de la lengua suajili puede ser algo complejo, para alguien que hable una lengua similar, será sencillo. 

Pero, después de ver lo poco práctico que es el término complejidad al hablar de características gramaticales de una lengua, comparando dos lenguas actuales, vamos a comparar una misma lengua en dos puntos cronológicos muy separados. 

Morfología del latín y morfología del español

Aquí es donde tenemos que aceptar rápidamente que el latín tenía una mayor complejidad que el español. Sí, en general, en lo que respecta a sustantivos y adjetivos, como ya hemos visto, las declinaciones son de una gran complejidad morfológica: había cinco, para tres géneros, y encima seis casos en cada una de ellas. Ahora tenemos dos casos y ni siquiera tenemos declinación (salvo en los pronombres, si acaso). 

En español tenemos dos géneros, en latín tres. En latín había adjetivos de una terminación, de dos terminaciones y de tres terminaciones. En español solo tenemos de dos y de una. 

En fin, parece que el sistema morfológico latino es en todos los casos más complejo que el español. 

Vamos a ver los verbos:

El español tiene nueve tiempos en indicativo, diez si contamos el pretérito anterior que ya tiene solo uso literario: "hubo entrado", el latín tiene seis. Parece que el español tiene una mayor complejidad verbal. 

No obstante, el latín tiene más morfemas, ya que también hace la pasiva con una terminación y no de forma analítica, como hace el español: 

Latín: amor

Español: soy amado

¿Cuál es más compleja en los verbos? Pff, difícil responder, una lengua tiene más tiempos, la otra más morfemas... elige lo que tú quieras. 

Lo importante es ver que, aunque la morfología de una lengua sea más compleja en general, no tiene por qué serlo en absolutamente todos los campos. La morfología no es una única cosa global, tiene mil formas, y habrá aspectos en que una lengua sea más compleja en una cosa, y otra, en otras. 

Sintaxis del latín y sintaxis del español

Pues aquí el español va a ganar de goleada en complejidad. Solo hay que coger un texto latino cualquiera y buscar dónde están los verbos y los sintagmas colocados en cada frase. Veréis que la posición en latín era totalmente libre. Esto no quiere decir que no hubiera diferencia de significado, a veces la posición de una palabra en la frase servía para enfatizar o cosas por el estilo, pero también podía no tener mayores consecuencias. En definitiva: una palabra en latín podría estar en cualquier lugar del enunciado y la comprensión no se vería en absoluto comprometida:

Puella canem amat

Canem puella amat

Amat canem puella

Canem amat puella 

 


 

 

Da igual como lo pongas, la función sintáctica viene determinada por la terminación de las palabras, así que estas cuatro frases se traducirán igualmente como "la niña ama al perro". 

 

Ama el perro la niña

La niña ama el perro

El perro la niña ama

La niña el perro ama

 

Estas frases son agramaticales, es decir, percibidas como incorrectas por los hablantes nativos, y, en todo caso, aunque fueran gramaticales, significarían cosas diferentes. Para solucionarlo, el español marca el caso complemento directo con una preposición:

 

Ama al perro la niña

A la niña ama el perro

Al perro la niña ama

La niña al perro ama

 

En este caso sí está claro, porque hemos añadido una preposición para marcar el caso (función gramatical: sujeto, complemento...). De todas formas, salvo en lenguaje poético, estas construcciones no dejan de ser extrañas. 

 

La niña ama al perro

 

Esta es la fórmula normal y entendida por todos los hispanohablantes como gramatical y no marcada (es decir, que no hay nada "raro", dicho rápido y mal). Sin embargo, el latín era mucho más flexible. 

¿Qué es más complejo y qué menos complejo en cuanto a sintaxis? Parece que la sintaxis española es más compleja que la latina, ¿no? En tanto y cuanto menos flexible, al menos, lo mismo que decíamos antes del español y el inglés.

Fonética y fonología latinas y españolas

En latín había diez vocales, las mismas que tenemos nosotros, pero largas y breves. 

mālum (con la primera a larga: manzana)/malum (malo)

La lengua de los latinos tenía 16 consonantes sonoras, entre las cuales no había ninguna palatal (ninguna pronunciada en el paladar). El español tiene, actualmente, dependiendo de la variedad de español (aquí vamos a usar la variedad del centro de España), alrededor de 19. Con las vocales, resulta que el latín tendría 26 y el español tendría 24. Tenemos más consonantes y, además, un tipo de consonantes que no existía en latín: las palatales. Tenemos menos sonidos en general. ¿Cuál es más compleja? Creo que podemos dejarlo en un empate, más o menos, ¿no?

Entonces, deja ya de dar la chapa y cuéntanos qué pasa, hombre ya

Dentro de la tipología lingüística hay varios tipos de lengua, los tres tipos principales son: aglutinante, flexiva y aislante. En verdad hay un montón más, pero bueno, con esto vale. 

 


 

 

En las lenguas aglutinantes los morfemas de las palabras se pegan los unos a los, o sea, un morfema significa una cosa y se pega a un lexema, y se le puede pegar otro morfema, y otro, y otro...

iskuylankañapkama significa, en aymara: mientras (él/ella) esté en la escuela

iskuyla es escuela
-na significa en
-ka convierte en verbo todo lo anterior iskuylan(a) sería, entonces, "estar en la escuela"
-ña hace que todo lo anterior sea un sustantivo, así que de "estar en la escuela" pasamos a "el estado o acción de estar en la escuela".
-pa posesivo de tercera persona "su", que hace referencia a "el estado de estar en la escuela de él, o de ella".
-kama "hasta", "mientras"
 

Sí, sí, nadie dijo que fuera fácil. 

Una lengua flexica es el latín, por ejemplo, en que los morfemas ya no están tan separados, y un solo morfema puede significar varias cosas:

AMO

Esa -o indica presente, primera persona, singular... pero se distingue claramente de la raíz AM-

AMO
AMAS
AMAT
AMAMUS
AMATIS
AMANT

El español es una lengua flexiva, aunque menos que el latín.

Y tenemos después las lenguas aislantes, que son aquellas en que las palabras no cambian, son siempre iguales. 

朋友
de péngyou men dōu yào chī dàn
Yo posesivo
amigo plural
todo querer comer huevo

El chino es un ejemplo de lengua aislante. El inglés es una lengua flexiva que tiene muchísimos rasgos de lengua aislante, o una lengua aislante con características de lengua flexiva, como quiera verse:

I/you/we/they  watch some beautiful flowers

Yo/tú/nosotros/vosotros/ellos miráis unas bonitas flores

El inglés los verbos no tienen conjugación, solo la tercera persona del singular. Asimismo, los adjetivos no tienen número ni caso, solo sustantivos y pronombres tienen flexión. 

El caso es que, cuando decimos que esta lengua o aquella es más simple, generalmente nos referimos a que tiene una morfología más amplia, pero olvidamos cuestiones como la fonética o la sintaxis, que también forman parte de la lengua. 

Venga, conclusión final, sí, ahora de verdad

Como hemos visto en el caso del latín y el español, no podemos decir con contundencia que el español sea más simple que el latín, ni que este fuera más complejo en el siglo I que en su versión del siglo XXI. Ser más complejo o más sencillo es relativo y parcial, no una afirmación que pueda hacerse a una totalidad de una lengua. 

Puede que tengamos la sensación porque el cambio tipológico de las lenguas es cíclico: las lenguas aislantes pasan a aglutinantes, estas a flexivas, estas a aislantes de nuevo y se repite el ciclo. Como las lenguas aislantes (hacia lo que vamos encaminados) tienen menos morfología, nos parecen más sencillas, pero, independientemente de que esto sea cierto o no, las lenguas solo están cambiando en este ciclo, lo que significa que volverán a ser aglutinantes, y después otra vez flexivas, y después otra vez aislantes... y así eternamente.

Así que, no, las lenguas no se hacen cada vez más sencillas. Podéis quedaros tranquilos, estamos a salvo del apocalipsis lingüístico. 

BIBLIOGRAFÍA

Pues mira, no he usado porque me he limitado a comparar cosas, para qué os voy a mentir, la verdad por delante. Los ejemplos del chino y del aymara están sacados de la Wikipedia, y si queréis leer algo sobre el cambio tipológico podéis leeros La clasificación de las lenguas, de Juan Carlos Moreno Cabrera, o El cambio lingüístico. Sus causas, mecanismos y consecuencias, de José Luis Mendívil Giró. Son dos libracos como la copa de un pino.


 


martes, 2 de abril de 2024

La peor pesadilla de los estudiantes de filología: la yod

Que el español o castellano, como cada cual quiera llamarlo, viene del latín, es un hecho. 

Hay quien, sin embargo, no tiene tan claro que las lenguas romances vengan del latín, pero sus argumentos y su visión global tienen tantas lagunas y tantos fallos que no pueden tenerse como serios. El paso del latín al español o a cualquier otra lengua romance está tan atestiguado y documentado y las hipótesis para rellenar los vacíos son, normalmente, tan sensatas y coherentes que difícilmente pueden responderse. He dicho normalmente, siguen quedando huecos, por supuesto, y, a veces, esos huecos se intentan llenar con hipótesis que... bueno, son un poco locas, hablando rápido y mal. 


En fin, muchos son los cambios que ha habido desde la lengua de Cicerón hasta la de Cervantes, si es que las consideramos lenguas diferentes (también esto podría verse desde dos puntos de vista diferente). Todo empieza con la fonética, en general. Los cambios fonéticos acarrean cambios morfológicos, y los cambios morfológicos acarrean cambios sintácticos. No siempre es el cambio fonético el primero, puede haber cambios directamente morfológicos o sintácticos, pero lo más común es que sean los sonidos los que cambien y ello acarree consecuencias en los demás planos de la gramática. 

Por ejemplo, el acusativo en latín terminaba en -m:

ROSA (nominativo) > ROSAM (acusativo) [rosa]

Esa -m final se perdió pronto, ya en latín clásico, así que tenemos:

ROSA > ROSA

Sigamos con los cambios fonéticos. La cantidad de las vocales (que en latín podían ser largas o breves) también se perdió. 

ROSA (nominativo)

ROSA (vocativo)

ROSAM (acusativo)

ROSA (con A larga, ablativo)


 

Estos cuatro casos acabaron pronunciándose igual, y como no tenían diferencias, fue necesario ir añadiendo preposiciones en todos los casos en que querían diferenciarse. 

La cadena es fácil de seguir: surge un cambio fonético que implica un cambio morfológico y que conlleva un cambio sintáctico. 

Pero hay un sonido que afectó muchísimo en la evolución de los romances en general, aunque en este caso vamos a ver solo cómo afectó al español. Tanto, que hizo que aparecieran una serie de consonantes que en latín ni siquiera existían: las palatales. Y este sonido tan revolucionario y que trastocó todo el sistema fonético latino hasta tiene nombre: la yod. 

¿Qué es la yod?

Aunque no os suene de nada, es un sonido supercomún en español. La yod es una semiconsonante o una semivocal. Y, sí, sé que esto no os ha aclarado nada, pero ahora vamos a explicarlo.

En el cole se nos enseña que en español tenemos cinco vocales, lo que es válido para la mayoría de variedades de nuestra lengua y, lo que es más importante, es así en la lengua estándar, que es lo que nos enseñan en el cole (pero recordad que hay variedades, tanto en España como en América, que tienen más de cinco). 

Nos enseñan también que las vocales, todas, pueden juntarse con la u y la i para hacer diptongos, ¿verdad?

Así, tenemos: ai, ei, ia, ie, ue, eu...

Aire, Teide, consecuencia, Europa...

Aunque en la ortografía siempre se consideren diptongos (sobre todo para las normas que nos dicen cuándo poner una tilde), fonéticamente no siempre son diptongos (aunque sí la mayoría). Por ejemplo, comparad el diptongo ortográfico ia en las palabras consecuencia y piano. Desconozco cuál es la forma habitual de decirlo en América, pero en España piano no tiene ningún diptongo, tiene tres sílabas: pi-a-no. Mientras que en consecuencia ia se pronuncia con un solo soplo de aire, en piano no es así, cada uno tiene su propio soplo de aire (esto está fatal explicado desde el punto de vista técnico, pero para que se entienda). Es, por ejemplo, lo mismo que cuando pronunciamos aéreo: la a y la e no forman un diptongo, son dos vocales plenas separadas. 



Vamos a tomar la palabra tienes y a ver sus sílabas y qué partes tienen:

tie-nes

La primera parte es tie-, donde:

t > es una consonante en posición explosiva, es decir, al inicio de la sílaba, a esta posición dentro de la sílaba también se le llama ataque.

i > aquí está la chicha, esto es una semiconsonante, es la primera parte de un diptongo

e > es la vocal y el núcleo silábico

Y la segunda parte es -nes:

n > consonante en posición explosiva o ataque

e > vocal, núcleo silábico

s > consonante en posición implosiva, también llamada coda silábica

Bien, pues esas i/u (la u sería semiconsonante, por ejemplo, en la palabra bueno), cuando forman parte de un diptongo, son semiconsonantes si van antes del núcleo o semivocales si van después, y fonéticamente se llaman yod [j] y wau [w]. Para algunos autores estos nombres valen solo para cuando son semiconsonantes y no cuando son semivocales, pero bueno, aquí vamos a usar estos nombres para ambos sonidos indistintamente, por simplificar.

Teutón > wau semivocal

Puerta > wau semiconsonante

Tiempo > yod semiconsonante

Rey > yod semivocal

Bueno, ¿ha quedado claro? Pues vamos a ver por fin el tema del artículo, que me enrollo más que comprando en una frutería gaditana. 


 

Las cuatro yods

Bien, ya sabemos lo que es la yod, y ahora el artículo se va a quedar en nada porque era más difícil dejar claro lo que es una yod que lo que de verdad quería contaros. Esto es como cocinar: tardas media hora en hacer algo superrico y al final te lo comes en cinco minutos. En fin, la vida.

Tradicionalmente se estudian cuatro tipos de yod en la evolución del latín al español, que se dividen en primera, segunda, tercera y cuarta (muy original).

La yod primera viene de grupos latinos [tj, kj] y, muy importante, no produce inflexión vocálica (luego veremos lo que es esto): 

ACIARIU > acero (en latín esto se pronunciaba [akjáriu] (aquiáriu). 

FORTIA > fuerza

LUTEA > loza

MALITIA > maleza

Veis que todos los casos son T+semiconsonante o K+semiconsonante, ¿verdad? Esto evolucionó al sonido de la z italiana, algo así como [ts] o su versión sonora [dz] (moviendo las cuerdas vocales), y, sí, en todos casos ha acabado dando en español del centro/norte de España un sonido zeta, no así en Canarias y América, que es sonido [s], y en Andalucía, que puede ser s/z


 

Ahora vamos con la yod segunda, que proviene de [lj, kl, gl]:

FOLIA > hoja

VETULU > veclu > viejo

CILIA > ceja

PALEA > palia > palla > paja

Al principio, la yod aquí formó el sonido de la ll en las zonas no yeístas, como lh o ill en portugués o francés respectivamente, y este después se transformó en el sonido de la j en el francés je. También tenemos [nj] y [gn], que dieron nuestra ñ. 

CUNEA > cuña

LIGNE > leña

Este sonido sí produjo inflexión vocálica, así que ahora nos toca explicar qué es eso: hace que las vocales se cierren un grado. Dicho de otro modo, hace que evolucionen un paso menos. Dicho más fácil, nos lleva a resultados que no corresponderían. 

Por ejemplo, si cogemos la palabra FOLIA, vemos que tiene una o breve latina tónica, que según el vocalismo tónico romance occidental, debería habernos dado el diptongo ue, como pasó en PORTA > puerta. ¿Por qué tenemos hoja y no *hueja? Pues por culpa de esa yod, que cerró un grado la o previa. ¿Se pilla?

Vamos ahora con la yod tercera. Esta es la que viene de [gj, dj, bj, mj]. Los dos primeros casos nos dan en español y, el tercero puede darnos y/vi y el último no cambia.

RADIA > raya

FUGIO > huyo

NERVIU > nervio

FOVEA > hoya

VINDEMIA > vendimia

LABIU > labio

¿Por qué pongo [mj] si no cambió? Porque produce inflexión a las vocales. De hecho, en este tercer grupo la yod produce inflexión e impide diptongación (tenemos nervio y no *niervio), e incluso a veces cierra aún más la vocal y hace que e>i y u>o, aunque no siempre. 


 

Y por fin llegamos a la última yod, la cuarta. Esta es la de los grupos [kt, ks, rj, sj, pj] y la procedente de pérdidas vocálicas. Ahora se explica todo.

NOCTE > noite > noche

EXERCITU > eisército > ejército

MATERIA > madera

COGITAT > coita (se pierde la G) > cuida

PROBAUI > probé (se pierde U)

MULTU > muito > mucho

Y esta inflexiona a todas las vocales e incluso a la a, la más resistente de todas, como podéis ver en probé, donde PROBAUI > probai > probei (aquí inflexiona) > probé. 


 

Conclusión

En fin, este tema es complicado y es la gran pesadilla de los estudiantes de filología cuando estudian historia de la lengua española y los cambios fonéticos. La yod es una pregunta que siempre, absolutamente siempre, cae, es un pilar fundamental para comprender los cambios del latín al español. 

No solo afectó a todo lo que tenía alrededor, sino que creó el orden palatal, inexistente en latín, y fue uno de los motores del cambio fonético al romance. 

 ¡Ala!

Bibliografía

https://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/35/TH_35_003_012_0.pdf

https://ciervalengua.wordpress.com/wp-content/uploads/2011/11/introduccic3b3n-a-la-fonc3a9tica-y-fonologc3ada.pdf

http://ocw.uv.es/artes-y-humanidades/linguistica-general-i-aplicada/2-1/112419.mats23.lasilaba.pdf

https://www.quiben.net/lenguaespanyola/wp-content/uploads/2020/10/silaba-notas.pdf

https://www.leonhunter.com/la-yod-un-sonido-especial-en-la-historia-del-castellano/

https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/4277/1/7_H%C2%AA-L_TEMA_6_RUA.pdf

http://hispanoteca.eu/Linguistik/j/JOD%20Yod.htm


miércoles, 12 de octubre de 2022

El cambio lingüístico: analogía, imitación, sustitución


 

El cambio lingüístico, ese misterio que recorre la mente de todos los lingüistas, más concretamente de los especialistas en historia de la lengua o en sociolingüística. 

Sabemos que las lenguas cambian, irremediablemente. Igualmente sabemos que la mayoría de los cambios son rechazados por la sociedad en que surgen, sobrevivan o no más tarde. 

Sin embargo, no sabemos el origen del cambio. Al menos, no en general. Podemos esgrimir algunas ventajas articulatorias, algunos desplazamientos semánticos... pero es igualmente real que las lenguas no necesitan cambiar. Cualquier lengua en cualquier estado es perfectamente capaz de expresar cualquier realidad humana. 

Hay quien dice que la lengua cambia por la sencilla razón de la moda. Hay quien sugiere que el cambio es espontáneo y aleatorio. No lo sabemos (aunque, como he dicho antes, en determinados casos podemos suponer la razón).

Vemos el cambio lingüístico como una evolución, un proceso por el que se produce una adaptación ya sea del significado de una palabra, de una estructura sintáctica que se va modificando poco a poco o de un sonido que, influenciado por lo que lo rodea, muta. 

Esto puede, de hecho, pasar, y ha pasado y pasará, sin duda. Y aunque podemos decir que, grosso modo, los cambios lingüísticos parten de una evolución o mutación, tanto en su expansión social como interna, es decir, dentro de la propia lengua, juega un papel fundamental otro proceso: la analogía (que funciona por imitación, y no por mutación).

Vamos a partir de un ejemplo sencillo:

LEVARE, palabra latina que en español da llevar.

Su evolución fue algo parecido a esto:

LEVARE

LEVO > lievo > llevo

LEVAS > lievas > llevas

LEVAT > lieva > lleva

LEVAMUS > levamos > llevamos

LEVATIS > levades > lleváis

LEVANT > lievan > llevan

No penséis que esto es una evolución fiel a la realidad, está hecha de forma que se comprenda. 

La <e> de la raíz verbal, en todas las personas excepto la primera y segunda del plural, era tónica y breve. La [e] tónica breve en latín dio en español primero una e abierta que, más tarde, diptongó en ie. Bien, vemos en el ejemplo que así sucede.

Esa i del diptongo ie influenció a la consonante precedente [l] palatalizándola (es decir, haciendo que se pronunciara cada vez más en el paladar). Esa influencia fue haciendo que la i se perdiera y fuera surgiendo un nuevo sonido que ha acabado siendo el actual (primero representó el sonido que <ll> tiene en zonas no yeístas, es decir, como <lh> en portugués). 

La <e> de las primera y segunda persona del plural no era tónica, por lo tanto se quedó como una e normal en castellano. Vemos, por lo tanto, que el sonido [l] no se vio influencia por ninguna i posterior, y que por lo tanto no mutó, no hubo influencia fonética ni había nada que le hiciera cambiar, pero cambió. 

¿Por qué cambió? Es lo que llamamos analogía, es decir, una forma que el hablante modifica para hacerla similar a otras con las que guarda alguna relación y uniformar el paradigma. 

Así, cuando alguien pronunciaba llevo - levar - levades - llevan (levar, el infinitivo, tampoco sufrió mutación) podía notar que había algo raro y empezó a decir llevar - llevades para igualar el sonido inicial de todas la formas.

El caso es que esto, la analogía, no es una mutación fonética original, es una sustitución, una imitación, y no debe encuadrarse en el mismo tipo de cambio fonético que lo que aquí se denomina mutación, que es el caso del resto de personas de este verbo, por ejemplo. 

En un cambio por mutación, se pasa por varios estados intermedios (lievo) entre la fase original (LEVO) y la fase objetivo (llevo), en el cambio por sustitución se llega directamente de la original a la objetivo sin tramos intermedios porque no es una mutación, sino una sustitución, una imitación.

Así, un cambio fonético por mutación suele darse en una zona muy chica donde surge de forma espontánea o por la razón que sea. Otros hablantes escuchan a los que han sufrido el cambio y deciden o imitarles o tratar aquello como una simple moda e ignorarlo. En esta situación no es un cambio por mutación lo que hará expandirse el fenómeno, sino el cambio por imitación del grueso de la población. 

Es decir, el cambio LEVO > lievo > llevo se dio en una población concreta de una zona delimitada, la expansión del cambio se dio por sustitución LEVO > llevo.

La expansión de un rasgo es complicada, a pesar de que antes o después alguno acabe triunfando, porque tiene que luchar contra lo que Saussure llamó el efecto campanario, es decir, la actitud conservadora que todos los hablantes suelen tener. 

El efecto campanario es muy fácil de ver hoy día, tómese como ejemplo las polémicas con el nuevo género no determinado -e o el rechazo a la ingente cantidad de anglicismos que entran en nuestros días.

En fin, para resumir:

Hemos visto dos tipos de cambio lingüístico: el que hemos llamado por mutación espontánea y el que llamamos sustitución (analogía). 

La mutación espontánea es aquello que está motivado por razones internas de la lengua, por el ajuste de determinado parámetro a otro nuevo que facilita, simplifica, es más práctico o más productivo, diferencia circunstancias o conceptos...

La sustitución es aquello que se hace por imitación. Así, no se cumplen todos los estados de la evolución que sí se da en el cambio por mutación, sino que desde una fase original se llega directamente a la fase objetivo sin pasar por las intermedias.

Y ya está, eso es todo. 

Que seáis felices y adorad al dios de la lingüística.


Bibliografía

- Ferdinand de Saussure Curso de lingüística general 24 edición, Editorial Losada, Buenos Aires, 1945


Imágenes

- Cabecera: un romano con su toga hablando con un busto. Es un poco raro, pero ya sabéis: están locos estos romanos. (Flickr)

- Un libro viejuno en cirílico. Está guapo ¿eh? (Pixnio)

- El fundador de la lingüística científica como la entendemos hoy día, padre del estructuralismo y puto amo en general, don Ferdinand de Saussure. (Wikipedia)

domingo, 18 de septiembre de 2022

Lengua y pensamiento


 

 

"Cada lengua es una forma de ver el mundo".

Es una frase que tenemos dentro de la cabeza, que aceptamos y que, de hecho, parece tremendamente lógica. Hay lenguas en que no existe el futuro, en español sí, entonces, tendremos que pensar el futuro de forma diferente, ¿no?

Me he encontrado con personas bilingües que incluso dicen que cuando hablan un idioma u otro cambia su personalidad. Tal vez si habla francés sea Goku y si habla estonio sea Freezer. Quién sabe. 

Aceptar que cada lengua es una forma de ver el mundo es abrazar un concepto que nos hace multiculturales, tolerantes, respetuosos y apologetas de la diversidad cultural y su belleza. Y todo esto está muy bien, que conste.

Sin embargo, más allá de desdoblamientos de personalidades un tanto difíciles de aceptar y de buenas intenciones, ¿qué hay de realidad en ello? ¿Es este mantra, casi dogma en ocasiones, cierto?

Pues, es en extremo complicado. De hecho, es complicadísimo, pero voy a intentar abordarlo (como siempre, muy superficialmente). 

Lo que vemos

Huelga decir que lo que los seres humanos vemos no depende ni de nuestra lengua ni de nuestra cultura, sino de unas facultades biológicas que todos tenemos igual (salvo personas con algún déficit, problema, enfermedad o no sé cómo denominarlo para que no suene chungo). 

O bueno, casi igual, porque los que tienen los ojos claros parecen tener más problemas con la luz o algo así. Independientemente de las diferencias que haya entre individuos en relación a la visión, su explicación es biológica, no lingüística, obviamente.

Lo que vemos, en primera y última instancia, depende de nuestros ojos y de nuestro cerebro (no me exijáis más porque esto queda muy lejos de mi campo). 

Da igual cómo lo llamemos: visión, percepción, recepción de estímulos visuales... las imágenes que crea nuestro cerebro de lo que nos rodea, definitivamente, no dependen de la lengua ni de la cultura. Es biología.

Vemos que la frase inicial, tomada al pie de la letra, no se sustenta. Pero claro, en realidad, creo que nadie quiere decir lo que acabo de criticar. En realidad cuando decimos esta sentencia nos referimos, más bien, a la forma de entender el mundo, de pensarlo, de razonarlo. Es decir, la lengua es pensamiento. Aquí ya empezamos a enfangarnos.

Pensamiento, cultura y lengua

Hay que tener muy claro que estos tres conceptos están íntimamente ligados: la cultura, la lengua y el pensamiento forman una combinación en la que es muy complicado poner límites. Incluso a través de la experimentación es difícil saber qué sesgo está más relacionado con la cultura o la lengua del sujeto experimental.

De hecho, la primera dificultad está precisamente en definir los tres conceptos. ¿Qué son? Incluso una vez definidos, ¿el pensamiento es un solo pensamiento, en bloque? ¿Pasa lo mismo con la cultura, con la lengua? O por el contrario, ¿podrían dividirse, creando subsecciones de pensamiento, lengua y cultura? Parece que es más posible que estos conceptos no sean indivisibles, y que partes de ellos sean más propensos a verse influenciados por otros.

Y más preguntas aún: el efecto que produce uno sobre otro, ¿es determinante o es una influencia? Si es determinante, entonces A dependería totalmente de B, si es una influencia, supondríamos una determinada libertad a la parte influenciada. Pero esa influencia, ¿es mucha o poca? Si es poca, ¿lo suficiente para que sea relevante o no?

Como veis, el tema es complejísimo, y dentro de todas las preguntas que he puesto aquí se podrían hacer muchas más, y dentro de cada respuesta a estas preguntas se plantean varias hipótesis diferentes. En fin, el tema parece estar lejos de solucionarse, sigue causando mucha polémica entre los estudiosos (no solo lingüistas, también psicólogos, antropólgos...) y es uno de los asuntos de los que se crea más literatura científica en la lingüística teórica. Además, está muy de moda actualmente, aunque no siempre fue así.

La historia de la polémica

Que el mundo cambie según la lengua que hablamos es algo que ha acompañado a los pensadores de casi cualquier época, pero para llegar a nuestra actual concepción y a la teoría de la que hablaré luego tendríamos que empezar, tal vez, en el siglo XVIII (es donde me parece a mí que hay que comenzar).

En esa época, en la Francia ilustrada, se comienza a hablar del pueblo, de la nación. Lejos de lo que hoy nos viene a la mente cuando pensamos en la nación, al menos a determinados sectores de la sociedad, el término fue para estos ilustrados galos algo civil, legal, burocrático: el individuo que forma parte del y responde ante el derecho de un estado. No tenían aquí cabida, en principio, los parámetros culturales, lingüísticos, etnográficos o antropológicos que le asociamos hoy día. 


En el siglo XIX, con el romanticismo, surgió también el nacionalismo, un movimiento nacido en las capas burguesas de la sociedad que buscaba la independencia, unión o simplemente la exacerbación de lo que ellos consideraban un grupo humano que compartía una historia, tradiciones o lengua común. 

La nación pasó de ser un concepto legal a ser un ente visceral, vivo, que tenía alma y que era milenario, casi una especie de idea divina que había estado en el corazón de su pueblo durante una existencia que no tiene principio ni fin. Encontramos esta imagen en casi todas partes: ¿alguna vez habéis pensado por qué se llama reunificación italiana, si Italia nunca había estado unida políticamente? ¿O por qué se habla de la reconquista como una hazaña de la nación española, cuando España en esa época no era más que un concepto geográfico? ¿O por qué se habla de confederación catalano-aragonesa, cuando los reyes firmaban como rey de Aragón y nada más? Todo eso es nacionalismo decimonónico paseándose en nuestros tiempos.

Esta visión casi religiosa o espiritual de la nación tuvo muchísimo éxito en Alemania, claro, país que se benefició muchísimo de este movimiento, puesto que nació y ascendió política, cultural y económicamente gracias a él.

Alemania fue uno de los países que más población dio a las 13 colonias americanas, dependientes del Reino Unido, durante su fundación y las décadas posteriores a su independencia ya como Estados Unidos.

Así, muchos alemanes intelectuales que emigraron llevaron consigo sus ideas románticas y nacionalistas. Esta idea comenzó a salirse de la política y la literatura y se expandió por toda la cultura humana, incluida la ciencia.

Hago aquí un paréntesis porque esto puede resultar sorprendente. Normalmente confundimos ciencia con los fenómenos que estudia la ciencia. Que el fuego queme no es ciencia, es un fenómeno natural, la ciencia es el método de investigación que se aplica para analizar, comprender y explicar ese fenómeno. Y la ciencia cambia, cambia tanto que cosas que antes se explicaban científicamente ahora nos resultan ridículas (como todas las teorías raciales del siglo XIX, perfectamente comprensibles, que no justificables, dada la época en que surgieron).

La ciencia no es ni exacta ni perpetua, es un producto de la cultura humana que cambia con el tiempo.

Pues, así tenemos, a finales del siglo XIX y principios del XX, sobre todo en EE. UU., una metodología influenciada por las teorías nacionalistas imperantes.

Claro, obviamente no todas las ciencias son igual de permeables a las modas culturales, será más difícil, pero no imposible, que un físico se deje llevar por una moda estudiando un rayo de luz, será más fácil que así sea en las ciencias humanas y sociales.

Y entre estas hubo una donde el ideario nacionalista estuvo muy presente: la antropología. Curiosamente, la lingüística en EE. UU. en aquellos tiempos se consideraba una rama de la antropología, y no eran lingüistas de formación los que se dedicaban a ella, sino antropólogos que intentaban, según sus métodos antropológicos, sacar conclusiones lingüísticas.

La lengua es uno de los pilares del nacionalismo: es lo más superficial, la primera diferencia palpable entre grupos humanos más allá del color de su piel o la forma de sus ojos o narices. Así, para los nacionalistas, la lengua es uno de los reflejos más evidentes del espíritu y alma milenaria e inmutable de su supuesta nación y, a su vez, una de las principales cosas que las diferencia de las otras (porque siempre debe crearse una otredad, lo ajeno, lo diferente, lo que no es el yo, es una base de esta ideología crear barreras).

Así, en la Alemania de finales del siglo XX había dos escuelas lingüísticas bien diferenciadas: una asociada a los neogramáticos y su estudio comparativo e histórico de las lenguas, y otro más sociofilosófico que tenía una visión más política de la lengua como identificadora de la nación. Esta visión de la lingüística sigue existiendo no solo en EE. UU., sino también en zonas concretas de Europa.

Por qué, mientras en Europa existía una vertiente científica cuyo origen está en los neogramáticos, en EE. UU. triunfó la versión romántica, es algo que podría explicarse por la reciente independencia del país, que buscaba un alejamiento total de su antigua metrópolis. La versión estadounidense del inglés era la que expresaba el espíritu de la joven nación, y no el inglés británico. A esto tenemos que sumarle la convivencia con todas las lenguas nativas americanas, que eran tan diferentes de las europeas y que sirvieron para reivindicar la igualdad, la inferioridad o superioridad de unos sistemas lingüísticos sobre otros.

Así, en el joven estado, para bien y para mal, la lengua y el lenguaje siempre fueron de la mano con el estudio de la cultura y la sociedad.

El siglo XIX fue pasando y a principios del XX apareció una persona que fue fundamental en el estudio de la relación entre el pensamiento y el lenguaje: Edward Sapir. 


Sapir fue un antropólogo estadunidense, alumno del también antropólogo Franz Boas (que también juega un papel importante en la historia de la lingüística) y profesor de Benjamin Whorf. Fue el primero en trabajar seriamente sobre la hipótesis de que la lengua que hablamos afecta a nuestra forma de pensar, y si bien no mostró nunca una actitud radical o extremista en el asunto, su alumno, Benjamin Whorf, sí afirmó que nuestro pensamiento viene determinado por la lengua que hablamos.

La teoría de que el pensamiento está moldeado por la lengua, ya sea influenciado o determinado, se conoce como teoría de Sapir-Whorf, y tuvo mucho éxito durante la mitad y en el último cuarto del siglo XX, aunque se abandonó a finales del siglo pasado. No obstante, en los últimos años ha retomado su antigua vitalidad.

Es posible que se abandonara porque en aquel momento se defendían las tesis más radicales, poco creíbles, de índole más determinista, mientas que ahora los llamados neowhorfianos abordan la problemática desde versiones más suaves que no hablan de determinación, sino de influencia.

Por tanto, podemos decir que el determinismo lingüístico, es decir, que tu forma de pensar depende de tu lengua, es una corriente de investigación abandonada después de varios experimentos empíricos en que se demostró que es poco o nada sostenible.

Entonces, ¿nuestra lengua afecta o no a nuestra forma de pensar? Deja de enrollarte

Podemos diferenciar cinco actitudes principales ante el problema:

1) nuestra lengua determina el pensamiento (determinismo),

2) nuestra lengua influye mucho en nuestro pensamiento,

3) nuestra lengua influye en nuestro pensamiento,

4) nuestra lengua influye poco en nuestro pensamiento y

5) nuestra lengua no influye en nuestro pensamiento (pensamiento autónomo).

La primera opción está actualmente abandonada. Sobre las demás, no solo hay muchísimas opciones entre cada punto que se acercan más al superior o inferior, sino que, además, prácticamente cada autor que escribe sobre el tema tiene una visión personal. El asunto es, por lo tanto, inabarcable.

Las propuestas actuales más serias varían entre los puntos 2 y 4, y parece que se tiende a no considerar ninguno de los tres conceptos (pensamiento, cultura y lengua) como estancos. Así, normalmente un estudioso del tema diría que parece que hay una relación entre determinados aspectos de la cultura, ciertas partes del pensamiento y algunas características de la lengua en particular. 

No obstante, también parece cierto que ningún concepto de la mente humana es incomprensible por otra mente humana. Por ejemplo, es famoso el caso de la percepción del futuro. Un hispanohablante piensa el futuro como algo que está delante, un chino como algo que está abajo, y un vietnamita como algo que está atrás (y esta es mi favorita, la explicación sería que lo que está a tu espalda es desconocido, oscuro, misterioso, indescifrable, como el futuro, mientras que lo conocido lo tienes enfrente, lo puedes ver, como el presente o los recuerdos del pasado). Sin embargo, tal como acabo de hacer, si explicamos el porqué y las razones y los conceptos pertinentes del futuro en vietnamita a cualquier persona del mundo que hable cualquier lengua, rápidamente podrá aprenderlos, comprenderlos y asimilarlos. Es decir, nuestra lengua no condiciona nuestra capacidad de aprendizaje de las diferentes formas de pensar la realidad o un constructo conceptual ajeno.

Asimismo, es difícil decir que el hablante de vietnamita vea el futuro detrás de sí por una razón meramente lingüística. ¿Cómo podemos asegurar que no es algo cultural? Tal vez haya un poco de todo.

Hay, además, mucha gente que defiende esta teoría porque piensan que es la mejor justificación para defender la protección de las lenguas y detener la velocísima muerte de idiomas que sufrimos en la actualidad. Tanto si creemos o no en la teoría de Sapir-Whorf, deberíamos defender las lenguas no (o al menos no solo) por la relación que crean entre el individuo y la sociedad con su mundo, sino, simplemente, en tanto lenguas, y valorarlas como lo que son: estructuras únicas e irrepetibles. Este es un tema para otro post.

Conclusión

Seguro que estabais esperando un sí o un no rotundos que os dejaran tranquilos de alma y espíritu, pero la verdad es que no lo hay. Este apasionante tema es el océano Pacífico y nuestros conocimientos no son más que los archipiélagos de pequeñas islas que se pueden encontrar muy de vez en cuando navegando por él. 

Es uno de mis temas favoritos de la lingüística, no solo por la trascendencia que tendría para el ser humano saber cómo funciona la relación entre tres aspectos tan fundamentales tanto social como individualmente, sino también por lo misterioso que resulta. 

En fin, espero, al menos, que hayáis disfrutado un poco de la larga lectura y hayáis aprendido algo.


Bibliografía


Antonio Blanco Salgueiro La relatividad lingüística (variaciones filosóficas) ediciones Akal S.A. 2017, Tres Cantos (Madrid)

María Xosé Fernández Casas Edward Sapir en la lingüística actual, líneas de continuidad en la historia de la lingüística histórica Servizo de publicacións e intercambio científico Campus universitario sur, Santiago de Compostela, 2004

Oswald Ducrot Princípios de semântica lingüística Hermann, París, 1972

 

Imágenes

Cabecera: una cabeza con un espectograma que lo atraviesa. Mola ¿no? (Wikimedia Commons)

Primera imagen: un ojo humano, la he puesto porque es un poco malrollera y eso me gusta. (Pxhere)

Segunda imagen: una pintura de Goya de ambientación muy de finales del siglo XVIII (aunque a lo mejor es de principios del XIX, yo qué sé). (Filatelissimo)

Tercera imagen: el bueno de Edward. (lex.dk)

lunes, 23 de mayo de 2022

La norma, el estándar, la lengua, el dialecto... un popurrí de cosas

 



La norma, el estándar, eso está bien dicho, eso está mal, ¿el emoticono va antes o después del punto? En Andalucía se habla fatal, en Valladolid se habla muy bien... Qué jaleo, chiquillo. 

Lengua y dialecto

Todas las lenguas son complejos dialectales, por eso, decir que hablas cualquier lengua es decir que hablas un dialecto, y decir que hablas un dialecto es decir que hablas una lengua. El dialecto es local, la lengua es internacional. Pero no hay que confundir la lengua con la forma estándar, que es una de sus variantes, dicho rápido y mal. Además de lengua o dialecto, otros términos que a menudo se encuentran cuando buscamos información sobre las variedades lingüísticas también son lengua literaria, norma culta, sociolecto, idiolecto... Es un tema amplísimo y sobre el que se escribe y debate mucho. Lejos está el consenso académico.

El grueso de hablantes, sin embargo, equipara la lengua exclusivamente con su variante estándar, y se suele juzgar todo lo que escapa a la norma, de forma subjetiva y relativa, dependiendo del conocimiento de la regla que tiene cada hablante. Así, por ejemplo, se condenará el uso de me se ha caído el vaso, porque todos los hablantes saben que en la forma estándar el orden de los pronombres es se me, sin embargo, al menos en España, muy pocos considerarán (si es que alguien llega a darse cuenta) que pronunciar la secuencia los reyes como lorreyes, o los rayos como lorrayos no forma parte del estándar (es muy común la pérdida de s antes de vibrante, al menos en la península ibérica, incluso en zonas donde no se pierde la s implosiva).

El estándar, ese concepto tan complejo, y la norma, que no es lo mismo

El estándar

El estándar es una forma creada de lengua o dialecto que, en el caso del español, elimina las variedades regionales (todo lo que puede) y da importancia a los puntos en común. Su hábitat natural es la escritura y apenas se encuentra en la oralidad. 

Es común que en la conformación de esta variante casi no se le preste atención a los rasgos suprasegmentales (entonación, acento prosódico...) o sintácticos (las variaciones sintácticas, que las hay, suelen ser mínimas dentro de la misma lengua). Intentará centrarse, sobre todo, en la ortografía y el léxico, aunque también prestará especial atención a la parte fonética. 

La norma

Es muy común escuchar hablar de la norma como sinónimo de estándar, sin embargo, estas no son lo mismo, al menos para una parte de los estudiosos, entre ellos Borrego. 

La norma sería aquello que una comunidad acepta como bueno, independientemente de si es estándar o no. Así, por ejemplo, la pérdida de la d intervocálica en los participios de los verbos de la primera conjugación es totalmente normativa en el español peninsular (comprao en vez de comprado), pero no es una forma estándar. Dicho de otra forma: la RAE no lo acepta, pero ningún español encontrará nada raro y está totalmente normalizado, tanto en su uso como en su consideración, por la comunidad de hablantes (del español europeo y en muchas zonas de Latinoamérica). Ocurre lo mismo con este mismo fenómeno y muchos otros a lo largo y ancho de todo el territorio hispanohablante.

Consideraciones sobre el estándar

Hay un dato muy importante que debemos considerar del estándar: es una herramienta con un desarrollo histórico que tradicionalmente se ha considerado como una importante base para el ascenso social. Es, también, una herramienta del aparato estatal: la escuela, los medios de comunicación, las leyes, las sentencias en los juicios... utilizan el estándar (a veces con particularidades según qué sector). 

Se ha dicho alguna vez que el estándar es, de hecho, un elemento de dominación, lo que podría no ser ninguna locura desde determinado punto de vista. Lo que está claro es que es una construcción de las élites y que las clases medias y bajas lo han visto como instrumento de mejora de sus vidas. Es decir, detrás del estándar existe una intencionalidad y un objetivo de las clases dirigentes de los territorios donde se habla. 

Por ejemplo, el rey Alfonso X el Sabio, el que podríamos denominar el primer gran estandarizador del castellano, se preocupó mucho por crear el castellano drecho (castellano derecho, correcto), que no era más que seleccionar aquello que a él y a los que le ayudaban le parecía correcto con criterios de cualquier tipo menos lingüísticos (de hecho, en mi opinión, no se pueden eliminar fenómenos lingüísticos con criterio de lingüista. El motivo puede ser social, político, ideológico, sociológico... pero lingüístico, no. No hay ninguna forma mejor que otra desde un punto de vista lingüístico, todas son igual de válidas). 

Tipos de estándar

El lingüista Corbenil divide los estándares en cuatro grupos principales:

- Convergentes: todos los factores que influyen en la regularización apoyan las mismas características para el estándar. Sería algo así como un estándar creado por consenso de hablantes de diferentes variedades.

- Dominadores: la variedad de las clases dirigentes se impone sobre las demás. Podría ser el caso del inglés de los EE. UU., en que se sigue la norma de que la lengua buena es la de los blancos, anglosajones y protestantes.

- Coherentes:  un conjunto de elementos constituye la especificidad de la lengua y autorregulan el funcionamiento el sistema en cada una de sus variantes. En Francia existe una academia y varias instituciones más que participan de la regularización de la lengua, así como una actitud por parte de los hablantes que da prioridad a la necesidad de intercomprensión de todos los hablantes que al respeto por las variedades regionales. Tal vez se podría incluir aquí el estándar del español, también, aunque con matices.

- Persistentes: se mantiene el uso de un determinado momento histórico pese a las variaciones temporales. El ejemplo más famoso de este caso sería el del italiano, que se creó como lengua escrita basada en el florentino de una época determinada y apenas ha variado hasta que se ha empezado a usar oralmente. 

Opinión totalmente subjetiva. Si querías objetividad, o al menos un intento de conseguirla, puedes dejar de leer y dedicar tu tiempo a algo que te interese más

El estándar no es, per se, ni bueno ni malo. Es una variedad más, la única que no es natural (uso esta palabra, pese a lo polémico que puede ser su significado en cuestión de lenguas, para simplificar y que se entienda rápido. No es el momento de tratar aquí el tema de la naturalidad de las lenguas y los cambios y todo este tinglado) ni espontánea, la única que ha sido planificada en un grado alto. 

El estándar es, desde luego, práctico, ya que crea comunidades de hablantes que se identifican con un mismo ideal de lengua y facilita la intercomprensión, a veces, entre millones de personas de países y culturas muy distintas. Es, también, una forma magnífica de asegurar la vida de una lengua cuando esta está sufriendo una gran pérdida de hablantes, e incluso para equipararla a otras lenguas y darle prestigio, necesario para que se mantenga su uso.

El estándar tiene un problema, el mayor problema, creo yo, y es que la gente no lo entiende. El estándar no es hablar bien, es solo una herramienta que tiene unos usos concretos y que no tiene por qué, y probablemente ni siquiera tenga esa fuerza, reemplazar a las hablas locales ni personales (lo que se llama idiolecto). 

Quizá se pueda acusar a la RAE, que ha hecho cosas excelentes y cosas nefastas (al final la RAE no es más que un grupo de personas, con sus virtudes y defectos), de haber pecado de monopolio. Lo suyo es el estándar, que podrá hacer mejor o peor, no me meto ahí (todavía), pero nada más. En mi opinión, dedicarse a hacer diccionarios de estilo para Twitter con emoticonos es, tal vez, propasarse en su responsabilidad. Esa faceta de la lengua no le corresponde. De hecho, la mayoría de las facetas de la lengua no le corresponden. Las academias regulan el estándar, no el idioma. Y creo que es importante que haga autorreflexión y empiece a educar a la sociedad en cuáles son y cuáles no son sus funciones. 

 

Fotos

- Cabecera: estatua de Cervantes en la plaza de España de Madrid. Cervantes, considerado el ejemplo supremo del buen español para muchos, era un laísta como la copa de un pino, como todo buen madrileta y castellano en general. (Mirador Madrid)

- Los grandes grupos dialectales del español en Argentina. (Wikipedia)

- Alfonso X el Sabio. Sé que soy un pesado y lo pongo en todas las entradas, prácticamente, pero qué le hago yo, si es que tengo poca imaginación para poner imágenes y el nota está en todos lados. (Wikimedia Commons)

- La primera página del diccionario de la RAE de 1780. Ahí es nada. (Wikimedia Commons)

 


Bibliografía

- Violenta Demonte Lengua estándar, norma y normas en la difusión actual de la lengua española

- Montserrat Batllori Origen y estandarización del español Universitat de Girona

- Francisco Gimeno Menéndez A propósito de lengua y dialecto: el estándar Universidad de Alicante

- Ángel López García-Molins Bosquejo de historia de la norma lingüística del español a la luz de la irrupción del español de EE. UU. Universidad de Valencia

- Elena Méndez García de Paredes Modelos idiomáticos y prescriptivismo. El caso del andaluz Universidad de Sevilla