El cambio lingüístico, ese misterio que recorre la mente de todos los lingüistas, más concretamente de los especialistas en historia de la lengua o en sociolingüística.
Sabemos que las lenguas cambian, irremediablemente. Igualmente sabemos que la mayoría de los cambios son rechazados por la sociedad en que surgen, sobrevivan o no más tarde.
Sin embargo, no sabemos el origen del cambio. Al menos, no en general. Podemos esgrimir algunas ventajas articulatorias, algunos desplazamientos semánticos... pero es igualmente real que las lenguas no necesitan cambiar. Cualquier lengua en cualquier estado es perfectamente capaz de expresar cualquier realidad humana.
Hay quien dice que la lengua cambia por la sencilla razón de la moda. Hay quien sugiere que el cambio es espontáneo y aleatorio. No lo sabemos (aunque, como he dicho antes, en determinados casos podemos suponer la razón).
Vemos el cambio lingüístico como una evolución, un proceso por el que se produce una adaptación ya sea del significado de una palabra, de una estructura sintáctica que se va modificando poco a poco o de un sonido que, influenciado por lo que lo rodea, muta.
Esto puede, de hecho, pasar, y ha pasado y pasará, sin duda. Y aunque podemos decir que, grosso modo, los cambios lingüísticos parten de una evolución o mutación, tanto en su expansión social como interna, es decir, dentro de la propia lengua, juega un papel fundamental otro proceso: la analogía (que funciona por imitación, y no por mutación).
Vamos a partir de un ejemplo sencillo:
LEVARE, palabra latina que en español da llevar.
Su evolución fue algo parecido a esto:
LEVARE
LEVO > lievo > llevo
LEVAS > lievas > llevas
LEVAT > lieva > lleva
LEVAMUS > levamos > llevamos
LEVATIS > levades > lleváis
LEVANT > lievan > llevan
No penséis que esto es una evolución fiel a la realidad, está hecha de forma que se comprenda.
La <e> de la raíz verbal, en todas las personas excepto la primera y segunda del plural, era tónica y breve. La [e] tónica breve en latín dio en español primero una e abierta que, más tarde, diptongó en ie. Bien, vemos en el ejemplo que así sucede.
Esa i del diptongo ie influenció a la consonante precedente [l] palatalizándola (es decir, haciendo que se pronunciara cada vez más en el paladar). Esa influencia fue haciendo que la i se perdiera y fuera surgiendo un nuevo sonido que ha acabado siendo el actual (primero representó el sonido que <ll> tiene en zonas no yeístas, es decir, como <lh> en portugués).
La <e> de las primera y segunda persona del plural no era tónica, por lo tanto se quedó como una e normal en castellano. Vemos, por lo tanto, que el sonido [l] no se vio influencia por ninguna i posterior, y que por lo tanto no mutó, no hubo influencia fonética ni había nada que le hiciera cambiar, pero cambió.
¿Por qué cambió? Es lo que llamamos analogía, es decir, una forma que el hablante modifica para hacerla similar a otras con las que guarda alguna relación y uniformar el paradigma.
Así, cuando alguien pronunciaba llevo - levar - levades - llevan (levar, el infinitivo, tampoco sufrió mutación) podía notar que había algo raro y empezó a decir llevar - llevades para igualar el sonido inicial de todas la formas.
El caso es que esto, la analogía, no es una mutación fonética original, es una sustitución, una imitación, y no debe encuadrarse en el mismo tipo de cambio fonético que lo que aquí se denomina mutación, que es el caso del resto de personas de este verbo, por ejemplo.
En un cambio por mutación, se pasa por varios estados intermedios (lievo) entre la fase original (LEVO) y la fase objetivo (llevo), en el cambio por sustitución se llega directamente de la original a la objetivo sin tramos intermedios porque no es una mutación, sino una sustitución, una imitación.
Así, un cambio fonético por mutación suele darse en una zona muy chica donde surge de forma espontánea o por la razón que sea. Otros hablantes escuchan a los que han sufrido el cambio y deciden o imitarles o tratar aquello como una simple moda e ignorarlo. En esta situación no es un cambio por mutación lo que hará expandirse el fenómeno, sino el cambio por imitación del grueso de la población.
Es decir, el cambio LEVO > lievo > llevo se dio en una población concreta de una zona delimitada, la expansión del cambio se dio por sustitución LEVO > llevo.
La expansión de un rasgo es complicada, a pesar de que antes o después alguno acabe triunfando, porque tiene que luchar contra lo que Saussure llamó el efecto campanario, es decir, la actitud conservadora que todos los hablantes suelen tener.
El efecto campanario es muy fácil de ver hoy día, tómese como ejemplo las polémicas con el nuevo género no determinado -e o el rechazo a la ingente cantidad de anglicismos que entran en nuestros días.
En fin, para resumir:
Hemos visto dos tipos de cambio lingüístico: el que hemos llamado por mutación espontánea y el que llamamos sustitución (analogía).
La mutación espontánea es aquello que está motivado por razones internas de la lengua, por el ajuste de determinado parámetro a otro nuevo que facilita, simplifica, es más práctico o más productivo, diferencia circunstancias o conceptos...
La sustitución es aquello que se hace por imitación. Así, no se cumplen todos los estados de la evolución que sí se da en el cambio por mutación, sino que desde una fase original se llega directamente a la fase objetivo sin pasar por las intermedias.
Y ya está, eso es todo.
Que seáis felices y adorad al dios de la lingüística.
Bibliografía
- Ferdinand de Saussure Curso de lingüística general 24 edición, Editorial Losada, Buenos Aires, 1945
Imágenes
- Cabecera: un romano con su toga hablando con un busto. Es un poco raro, pero ya sabéis: están locos estos romanos. (Flickr)
- Un libro viejuno en cirílico. Está guapo ¿eh? (Pixnio)
- El fundador de la lingüística científica como la entendemos hoy día, padre del estructuralismo y puto amo en general, don Ferdinand de Saussure. (Wikipedia)
Muchas gracias por tus artículos. Me he aficionado a tu blog, se aprende mucho del lenguaje, un tema que también me apasiona. Gracias por tu trabajo :-)
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