Archivo del blog

miércoles, 11 de mayo de 2022

Cuando el castellano se parecía (un poquito más) al catalán



Uno de los fenómenos más característicos en el paso del latín a prácticamente todas las lenguas romances es la apócope. Así llamamos al fenómeno por el que se pierden sonidos al final de una palabra. Por ejemplo, del latín VACCAM (acusativo) tenemos el español vaca. Entre otros fenómenos, encontramos una apócope de la -m final. 

Alguna lengua más y otra menos, todas los idiomas romances han pasado por este proceso. En el mismo caso de VACCAM, tenemos en gallegoportugués vaca, en catalán vaca, en francés vache... 

De todas formas, la apócope no es más que otro cambio lingüístico. Cuando un cambio lingüístico surge, no se establece de manera inmediata y no hace desaparecer la situación anterior. Es decir, la forma nueva y la antigua conviven. Un ejemplo muy sencillo de esto serían analizar el participio de la primera conjugación -ado/-ao. Cuando se habla de manera más formal se tiende a pronunciar la d, sin embargo, en el habla relajada no. Estas dos formas conviven y, con el tiempo, una de ellas desaparecerá (probablemente). Y aunque parezca que la forma sin d tiene todas las de ganar, podría darse el caso de que en un futuro prefiriéramos la pronunciación conservadora. No se puede prever al 100%.

Como todos sabéis, porque supongo que no tengo tanto éxito para que me lea gente no española, hay una lengua que se parece muchísimo al español y que nos pilla muy cerca, pero que tiene una apócope más extrema: el catalán-valenciano-balear. Efectivamente, nuestra lengua hermana y vecina ha sufrido apócopes no solo consonánticas, sino también vocálicas:

Amigo - amic

Bonito - bonic

Mano - mà

Rápido - ràpid

Bueno, el español también ha tenido vocálicos, pero dejémoslo en que el catalán más todavía. Permitidme que no llame a la lengua constantemente catalán-valenciano-balear, que es un poco rollo. Con solo catalán nos entendemos todos. Que nadie se me ofenda.

Seguimos. Pues bien, el castellano medieval sufrió un proceso muy similar, aunque es un tanto misterioso porque duró relativamente poco, entre el siglo XII y el XIII: la apócope de la -e. Este fenómeno se conoce en lingüística española como la apócope extrema.

Partamos del la línea de salida. El español tuvo una apócope de -e que ha permanecido hasta hoy. Por eso decimos pared y no *parede (<PARETEM), y decimos legal y no *legale (<LEGALEM). Pero, durante los siglos antes indicados, también se dijo noch (noche), val (valle), apart (aparte), plaz (place), diz (dice), quier (quiere), adelant (adelante), puent (puente), mont (monte), nuef (nueve), part (parte)...

Pero este fenómeno no se reducía a sustantivos, verbos, adjetivos o adverbios. También llegó a los pronombres. Así, por ejemplo, es normal encontrar en textos de la época axudom (ayudome/me ayudó. Esto resultará muy familiar a los hablantes de catalán y sus famosos pronombres febles), diom (diome/me dio) o incluso quandol (cuando lo)

Es uno de los fenómenos más discutidos y estudiados del castellano medieval, dada la peculiaridad que aparenta ante nuestros ojos, y no hay consenso en varios puntos. El primer punto que se discute es si era realmente un fenómeno oral o se restringía a la escritura. El segundo, ¿de dónde salió? ¿Por qué pasó esto?

La primera pregunta, simplemente, no tiene respuesta. No podemos escuchar, como es evidente, la pronunciación de la época y no hay nada que nos incline la balanza hacia una u otra posibilidad. Ahí están las dos opciones y hay teorías a favor y en contra de ambas por igual. 

Sobre el porqué, la cosa se pone más interesante.

Rafael Lapesa, eminente lingüista, propuso tres importantes factores que influyeron en el surgimiento de este proceso: 

- la introducción de muchas palabras de otras lenguas, sobre todo el árabe, que tenían sonidos en posición final de palabras que resultaban innovadores en castellano.

- la síncopa, es decir, la pérdida de sonidos en interior de palabra, que ayudaría y favorecería la apócope.

- la influencia de los francos a través del Camino de Santiago, pero no solo por los peregrinos: también hubo obispos y personas de relevancia de ese origen.

De entre los tres, el segundo sería el que más peso habría tenido. Tanto es así, que este punto se ha estudiado mucho después de Lapesa y ha llegado a constituir su propia corriente teórica, aunque no se rechacen las otras dos influencias.

Sin embargo, el desarrollo de la apócope extrema como derivación, por decirlo de alguna forma, de la síncopa, ha sido también muy cuestionada e incluso abiertamente rechazada.

No parece que Lapesa se preguntara en ningún momento por qué cayó la -e y no las demás vocales, es decir, la -a o la -o

Si tenemos una palabra como puente, rápidamente la identificamos como masculina, y si tenemos otra como fuente, con casi la misma estructura fonológica, vemos que es femenina. Pero no hay nada en la palabra que nos diga el género gramatical al que pertenece. No ocurre lo mismo con las palabras luna y oro, por no decir amigo o amiga. Sabemos que la -a nos dice que es femenino (normalmente) y la -o masculino (normalmente). 

Y es que aquí parece que se encuentra una de las claves que explicarían por qué se perdió la -e y ninguna otra vocal: no hacía falta desde un punto de vista morfológico. Lema, el lingüista que expuso esta teoría por primera vez, argumentó la recuperación posterior de la -e solo en aquellas situaciones en que lo exigía la fonotáctica castellana. La fonotáctica es lo que los hablantes consideran posible o imposible en su lengua. Por ejemplo, actualmente una palabra como *crtukp no sería posible en español. Por eso se restituyó en puente y fuente, pero no en edad, por ejemplo, porque el español sí admitía en aquellos tiempos medievales una -d en posición final, pero no un grupo -nt. Cuando decimos que una lengua admite o no admite algo, en realidad es una forma tradicional de hablar: los que lo admiten o no son los hablantes, claro está.

Aunque podría parecer una explicación brillante de primeras, en realidad tiene un problema. La función del género morfológico está implícita para sustantivos y adjetivos, pero no para, por ejemplo, adverbios, y también se dio en esta categoría: adelant, apart, anoch.  Podríamos decir que es un analogía. Si una -e se pierde, ¿por qué no todas las demás? Pero es una explicación poco satisfactoria.

Al final, es muy probable que en la pérdida de esta vocal participaran varios factores, tanto el fonético como el morfológico, y no sería descartable que fuera un proceso autóctono del castellano que se vio favorecido por los contactos con otras lenguas romances que también lo sufrieron y que, de hecho, lo conservan, como el catalán o las lenguas galorromances.

Ala. Un saludete.


Imágenes

- Cabecera: creo que es una página del evangelio de Lucas, pero la verdad es que no estoy seguro. Tampoco es castellano medieval en lo que está escrito, pero ¿a que da el pego? (Wikimedia Commons)

- Una vaca. Más concretamente la del ejemplo. Es romana. De la época de los romanos, digo. Tiene 2000 años. (Piqsels)

- Alfonso X el Sabio, que fue un tío que hizo mucho por el castellano y por el gallegoportugués, y aunque después hiciera sus cosas cuestionables como todo rey, su labor lingüística hace que me caiga bien. (Real Academia de la Historia)

- Rafael Lapesa, gran lingüista valenciano, en una foto tipo "sácame así como si no me diera cuenta". (Wikipedia)


Bibliografía

http://www.ub.edu/diccionarilinguistica/print/6821

https://nrfh.colmex.mx/index.php/nrfh/article/download/453/453/

https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5441046.pdf

https://resdiachronicae.files.wordpress.com/2013/12/volumen-4-03_5_22_folgar_carlos.pdf

https://minerva.usc.es/xmlui/bitstream/handle/10347/12205/25%20Folgar.pdf?sequence=1&isAllowed=y

 



 

3 comentarios:

  1. Entrada muy interesante, como siempre, aunque para mi ésta especialmente porque soy catalanoparlante (de Valencia).

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar