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lunes, 23 de mayo de 2022

La norma, el estándar, la lengua, el dialecto... un popurrí de cosas

 



La norma, el estándar, eso está bien dicho, eso está mal, ¿el emoticono va antes o después del punto? En Andalucía se habla fatal, en Valladolid se habla muy bien... Qué jaleo, chiquillo. 

Lengua y dialecto

Todas las lenguas son complejos dialectales, por eso, decir que hablas cualquier lengua es decir que hablas un dialecto, y decir que hablas un dialecto es decir que hablas una lengua. El dialecto es local, la lengua es internacional. Pero no hay que confundir la lengua con la forma estándar, que es una de sus variantes, dicho rápido y mal. Además de lengua o dialecto, otros términos que a menudo se encuentran cuando buscamos información sobre las variedades lingüísticas también son lengua literaria, norma culta, sociolecto, idiolecto... Es un tema amplísimo y sobre el que se escribe y debate mucho. Lejos está el consenso académico.

El grueso de hablantes, sin embargo, equipara la lengua exclusivamente con su variante estándar, y se suele juzgar todo lo que escapa a la norma, de forma subjetiva y relativa, dependiendo del conocimiento de la regla que tiene cada hablante. Así, por ejemplo, se condenará el uso de me se ha caído el vaso, porque todos los hablantes saben que en la forma estándar el orden de los pronombres es se me, sin embargo, al menos en España, muy pocos considerarán (si es que alguien llega a darse cuenta) que pronunciar la secuencia los reyes como lorreyes, o los rayos como lorrayos no forma parte del estándar (es muy común la pérdida de s antes de vibrante, al menos en la península ibérica, incluso en zonas donde no se pierde la s implosiva).

El estándar, ese concepto tan complejo, y la norma, que no es lo mismo

El estándar

El estándar es una forma creada de lengua o dialecto que, en el caso del español, elimina las variedades regionales (todo lo que puede) y da importancia a los puntos en común. Su hábitat natural es la escritura y apenas se encuentra en la oralidad. 

Es común que en la conformación de esta variante casi no se le preste atención a los rasgos suprasegmentales (entonación, acento prosódico...) o sintácticos (las variaciones sintácticas, que las hay, suelen ser mínimas dentro de la misma lengua). Intentará centrarse, sobre todo, en la ortografía y el léxico, aunque también prestará especial atención a la parte fonética. 

La norma

Es muy común escuchar hablar de la norma como sinónimo de estándar, sin embargo, estas no son lo mismo, al menos para una parte de los estudiosos, entre ellos Borrego. 

La norma sería aquello que una comunidad acepta como bueno, independientemente de si es estándar o no. Así, por ejemplo, la pérdida de la d intervocálica en los participios de los verbos de la primera conjugación es totalmente normativa en el español peninsular (comprao en vez de comprado), pero no es una forma estándar. Dicho de otra forma: la RAE no lo acepta, pero ningún español encontrará nada raro y está totalmente normalizado, tanto en su uso como en su consideración, por la comunidad de hablantes (del español europeo y en muchas zonas de Latinoamérica). Ocurre lo mismo con este mismo fenómeno y muchos otros a lo largo y ancho de todo el territorio hispanohablante.

Consideraciones sobre el estándar

Hay un dato muy importante que debemos considerar del estándar: es una herramienta con un desarrollo histórico que tradicionalmente se ha considerado como una importante base para el ascenso social. Es, también, una herramienta del aparato estatal: la escuela, los medios de comunicación, las leyes, las sentencias en los juicios... utilizan el estándar (a veces con particularidades según qué sector). 

Se ha dicho alguna vez que el estándar es, de hecho, un elemento de dominación, lo que podría no ser ninguna locura desde determinado punto de vista. Lo que está claro es que es una construcción de las élites y que las clases medias y bajas lo han visto como instrumento de mejora de sus vidas. Es decir, detrás del estándar existe una intencionalidad y un objetivo de las clases dirigentes de los territorios donde se habla. 

Por ejemplo, el rey Alfonso X el Sabio, el que podríamos denominar el primer gran estandarizador del castellano, se preocupó mucho por crear el castellano drecho (castellano derecho, correcto), que no era más que seleccionar aquello que a él y a los que le ayudaban le parecía correcto con criterios de cualquier tipo menos lingüísticos (de hecho, en mi opinión, no se pueden eliminar fenómenos lingüísticos con criterio de lingüista. El motivo puede ser social, político, ideológico, sociológico... pero lingüístico, no. No hay ninguna forma mejor que otra desde un punto de vista lingüístico, todas son igual de válidas). 

Tipos de estándar

El lingüista Corbenil divide los estándares en cuatro grupos principales:

- Convergentes: todos los factores que influyen en la regularización apoyan las mismas características para el estándar. Sería algo así como un estándar creado por consenso de hablantes de diferentes variedades.

- Dominadores: la variedad de las clases dirigentes se impone sobre las demás. Podría ser el caso del inglés de los EE. UU., en que se sigue la norma de que la lengua buena es la de los blancos, anglosajones y protestantes.

- Coherentes:  un conjunto de elementos constituye la especificidad de la lengua y autorregulan el funcionamiento el sistema en cada una de sus variantes. En Francia existe una academia y varias instituciones más que participan de la regularización de la lengua, así como una actitud por parte de los hablantes que da prioridad a la necesidad de intercomprensión de todos los hablantes que al respeto por las variedades regionales. Tal vez se podría incluir aquí el estándar del español, también, aunque con matices.

- Persistentes: se mantiene el uso de un determinado momento histórico pese a las variaciones temporales. El ejemplo más famoso de este caso sería el del italiano, que se creó como lengua escrita basada en el florentino de una época determinada y apenas ha variado hasta que se ha empezado a usar oralmente. 

Opinión totalmente subjetiva. Si querías objetividad, o al menos un intento de conseguirla, puedes dejar de leer y dedicar tu tiempo a algo que te interese más

El estándar no es, per se, ni bueno ni malo. Es una variedad más, la única que no es natural (uso esta palabra, pese a lo polémico que puede ser su significado en cuestión de lenguas, para simplificar y que se entienda rápido. No es el momento de tratar aquí el tema de la naturalidad de las lenguas y los cambios y todo este tinglado) ni espontánea, la única que ha sido planificada en un grado alto. 

El estándar es, desde luego, práctico, ya que crea comunidades de hablantes que se identifican con un mismo ideal de lengua y facilita la intercomprensión, a veces, entre millones de personas de países y culturas muy distintas. Es, también, una forma magnífica de asegurar la vida de una lengua cuando esta está sufriendo una gran pérdida de hablantes, e incluso para equipararla a otras lenguas y darle prestigio, necesario para que se mantenga su uso.

El estándar tiene un problema, el mayor problema, creo yo, y es que la gente no lo entiende. El estándar no es hablar bien, es solo una herramienta que tiene unos usos concretos y que no tiene por qué, y probablemente ni siquiera tenga esa fuerza, reemplazar a las hablas locales ni personales (lo que se llama idiolecto). 

Quizá se pueda acusar a la RAE, que ha hecho cosas excelentes y cosas nefastas (al final la RAE no es más que un grupo de personas, con sus virtudes y defectos), de haber pecado de monopolio. Lo suyo es el estándar, que podrá hacer mejor o peor, no me meto ahí (todavía), pero nada más. En mi opinión, dedicarse a hacer diccionarios de estilo para Twitter con emoticonos es, tal vez, propasarse en su responsabilidad. Esa faceta de la lengua no le corresponde. De hecho, la mayoría de las facetas de la lengua no le corresponden. Las academias regulan el estándar, no el idioma. Y creo que es importante que haga autorreflexión y empiece a educar a la sociedad en cuáles son y cuáles no son sus funciones. 

 

Fotos

- Cabecera: estatua de Cervantes en la plaza de España de Madrid. Cervantes, considerado el ejemplo supremo del buen español para muchos, era un laísta como la copa de un pino, como todo buen madrileta y castellano en general. (Mirador Madrid)

- Los grandes grupos dialectales del español en Argentina. (Wikipedia)

- Alfonso X el Sabio. Sé que soy un pesado y lo pongo en todas las entradas, prácticamente, pero qué le hago yo, si es que tengo poca imaginación para poner imágenes y el nota está en todos lados. (Wikimedia Commons)

- La primera página del diccionario de la RAE de 1780. Ahí es nada. (Wikimedia Commons)

 


Bibliografía

- Violenta Demonte Lengua estándar, norma y normas en la difusión actual de la lengua española

- Montserrat Batllori Origen y estandarización del español Universitat de Girona

- Francisco Gimeno Menéndez A propósito de lengua y dialecto: el estándar Universidad de Alicante

- Ángel López García-Molins Bosquejo de historia de la norma lingüística del español a la luz de la irrupción del español de EE. UU. Universidad de Valencia

- Elena Méndez García de Paredes Modelos idiomáticos y prescriptivismo. El caso del andaluz Universidad de Sevilla 





miércoles, 11 de mayo de 2022

Cuando el castellano se parecía (un poquito más) al catalán



Uno de los fenómenos más característicos en el paso del latín a prácticamente todas las lenguas romances es la apócope. Así llamamos al fenómeno por el que se pierden sonidos al final de una palabra. Por ejemplo, del latín VACCAM (acusativo) tenemos el español vaca. Entre otros fenómenos, encontramos una apócope de la -m final. 

Alguna lengua más y otra menos, todas los idiomas romances han pasado por este proceso. En el mismo caso de VACCAM, tenemos en gallegoportugués vaca, en catalán vaca, en francés vache... 

De todas formas, la apócope no es más que otro cambio lingüístico. Cuando un cambio lingüístico surge, no se establece de manera inmediata y no hace desaparecer la situación anterior. Es decir, la forma nueva y la antigua conviven. Un ejemplo muy sencillo de esto serían analizar el participio de la primera conjugación -ado/-ao. Cuando se habla de manera más formal se tiende a pronunciar la d, sin embargo, en el habla relajada no. Estas dos formas conviven y, con el tiempo, una de ellas desaparecerá (probablemente). Y aunque parezca que la forma sin d tiene todas las de ganar, podría darse el caso de que en un futuro prefiriéramos la pronunciación conservadora. No se puede prever al 100%.

Como todos sabéis, porque supongo que no tengo tanto éxito para que me lea gente no española, hay una lengua que se parece muchísimo al español y que nos pilla muy cerca, pero que tiene una apócope más extrema: el catalán-valenciano-balear. Efectivamente, nuestra lengua hermana y vecina ha sufrido apócopes no solo consonánticas, sino también vocálicas:

Amigo - amic

Bonito - bonic

Mano - mà

Rápido - ràpid

Bueno, el español también ha tenido vocálicos, pero dejémoslo en que el catalán más todavía. Permitidme que no llame a la lengua constantemente catalán-valenciano-balear, que es un poco rollo. Con solo catalán nos entendemos todos. Que nadie se me ofenda.

Seguimos. Pues bien, el castellano medieval sufrió un proceso muy similar, aunque es un tanto misterioso porque duró relativamente poco, entre el siglo XII y el XIII: la apócope de la -e. Este fenómeno se conoce en lingüística española como la apócope extrema.

Partamos del la línea de salida. El español tuvo una apócope de -e que ha permanecido hasta hoy. Por eso decimos pared y no *parede (<PARETEM), y decimos legal y no *legale (<LEGALEM). Pero, durante los siglos antes indicados, también se dijo noch (noche), val (valle), apart (aparte), plaz (place), diz (dice), quier (quiere), adelant (adelante), puent (puente), mont (monte), nuef (nueve), part (parte)...

Pero este fenómeno no se reducía a sustantivos, verbos, adjetivos o adverbios. También llegó a los pronombres. Así, por ejemplo, es normal encontrar en textos de la época axudom (ayudome/me ayudó. Esto resultará muy familiar a los hablantes de catalán y sus famosos pronombres febles), diom (diome/me dio) o incluso quandol (cuando lo)

Es uno de los fenómenos más discutidos y estudiados del castellano medieval, dada la peculiaridad que aparenta ante nuestros ojos, y no hay consenso en varios puntos. El primer punto que se discute es si era realmente un fenómeno oral o se restringía a la escritura. El segundo, ¿de dónde salió? ¿Por qué pasó esto?

La primera pregunta, simplemente, no tiene respuesta. No podemos escuchar, como es evidente, la pronunciación de la época y no hay nada que nos incline la balanza hacia una u otra posibilidad. Ahí están las dos opciones y hay teorías a favor y en contra de ambas por igual. 

Sobre el porqué, la cosa se pone más interesante.

Rafael Lapesa, eminente lingüista, propuso tres importantes factores que influyeron en el surgimiento de este proceso: 

- la introducción de muchas palabras de otras lenguas, sobre todo el árabe, que tenían sonidos en posición final de palabras que resultaban innovadores en castellano.

- la síncopa, es decir, la pérdida de sonidos en interior de palabra, que ayudaría y favorecería la apócope.

- la influencia de los francos a través del Camino de Santiago, pero no solo por los peregrinos: también hubo obispos y personas de relevancia de ese origen.

De entre los tres, el segundo sería el que más peso habría tenido. Tanto es así, que este punto se ha estudiado mucho después de Lapesa y ha llegado a constituir su propia corriente teórica, aunque no se rechacen las otras dos influencias.

Sin embargo, el desarrollo de la apócope extrema como derivación, por decirlo de alguna forma, de la síncopa, ha sido también muy cuestionada e incluso abiertamente rechazada.

No parece que Lapesa se preguntara en ningún momento por qué cayó la -e y no las demás vocales, es decir, la -a o la -o

Si tenemos una palabra como puente, rápidamente la identificamos como masculina, y si tenemos otra como fuente, con casi la misma estructura fonológica, vemos que es femenina. Pero no hay nada en la palabra que nos diga el género gramatical al que pertenece. No ocurre lo mismo con las palabras luna y oro, por no decir amigo o amiga. Sabemos que la -a nos dice que es femenino (normalmente) y la -o masculino (normalmente). 

Y es que aquí parece que se encuentra una de las claves que explicarían por qué se perdió la -e y ninguna otra vocal: no hacía falta desde un punto de vista morfológico. Lema, el lingüista que expuso esta teoría por primera vez, argumentó la recuperación posterior de la -e solo en aquellas situaciones en que lo exigía la fonotáctica castellana. La fonotáctica es lo que los hablantes consideran posible o imposible en su lengua. Por ejemplo, actualmente una palabra como *crtukp no sería posible en español. Por eso se restituyó en puente y fuente, pero no en edad, por ejemplo, porque el español sí admitía en aquellos tiempos medievales una -d en posición final, pero no un grupo -nt. Cuando decimos que una lengua admite o no admite algo, en realidad es una forma tradicional de hablar: los que lo admiten o no son los hablantes, claro está.

Aunque podría parecer una explicación brillante de primeras, en realidad tiene un problema. La función del género morfológico está implícita para sustantivos y adjetivos, pero no para, por ejemplo, adverbios, y también se dio en esta categoría: adelant, apart, anoch.  Podríamos decir que es un analogía. Si una -e se pierde, ¿por qué no todas las demás? Pero es una explicación poco satisfactoria.

Al final, es muy probable que en la pérdida de esta vocal participaran varios factores, tanto el fonético como el morfológico, y no sería descartable que fuera un proceso autóctono del castellano que se vio favorecido por los contactos con otras lenguas romances que también lo sufrieron y que, de hecho, lo conservan, como el catalán o las lenguas galorromances.

Ala. Un saludete.


Imágenes

- Cabecera: creo que es una página del evangelio de Lucas, pero la verdad es que no estoy seguro. Tampoco es castellano medieval en lo que está escrito, pero ¿a que da el pego? (Wikimedia Commons)

- Una vaca. Más concretamente la del ejemplo. Es romana. De la época de los romanos, digo. Tiene 2000 años. (Piqsels)

- Alfonso X el Sabio, que fue un tío que hizo mucho por el castellano y por el gallegoportugués, y aunque después hiciera sus cosas cuestionables como todo rey, su labor lingüística hace que me caiga bien. (Real Academia de la Historia)

- Rafael Lapesa, gran lingüista valenciano, en una foto tipo "sácame así como si no me diera cuenta". (Wikipedia)


Bibliografía

http://www.ub.edu/diccionarilinguistica/print/6821

https://nrfh.colmex.mx/index.php/nrfh/article/download/453/453/

https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5441046.pdf

https://resdiachronicae.files.wordpress.com/2013/12/volumen-4-03_5_22_folgar_carlos.pdf

https://minerva.usc.es/xmlui/bitstream/handle/10347/12205/25%20Folgar.pdf?sequence=1&isAllowed=y